5 | El alma escogida

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5 | EL ALMA ESCOGIDA

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5 | EL ALMA ESCOGIDA

Teodora esperó despertar y ver que todo aquello había sido un sueño: que Espe se encontraba en la mesa de recepción de la biblioteca escondida tras sus gafas de vista cansada, que había conseguido encontrar el libro de Biología que estaba buscando y que estaba en su casa, estudiando con normalidad.

Pero nada de eso ocurrió.

En su lugar, y en un abrir y cerrar de ojos, Teo estuvo de un momento a otro de nuevo en el pasillo de la biblioteca. Miró hacia atrás, espantada, pero se encontró con un montón de libros en infinitos estantes, algunos polvorientos. Se revisó a sí misma con esmero y se sorprendió al ver que el libro estaba de nuevo en sus manos. Miró alrededor: seguía en la biblioteca, pero ya ni siquiera estaba el chico que tan hundido parecía en sus problemas matemáticos. La luz de la biblioteca era tenue y todo parecía igual después de aquel viaje tan extraño.

«¿Y si no estoy aquí? ¿Y si por error he viajado a otra dimensión?», se preguntó.

En ese preciso instante, se dejó guiar por su instinto y caminó por el pasillo que se extendía a su derecha. Definitivamente, era la biblioteca Houghton de Montgomery, aquella que tanto conocía, como la palma de su mano. Un cúmulo de gente silenciosa empezó a aparecer frente a sus ojos, afirmando que había llegado al lugar correcto y todo en su mundo proseguía con normalidad. A excepción de una cosa: en el exterior ya había oscurecido. Caminó observando a la gente y escuchando sus pasos resonar entre el amplio silencio del tranquilo lugar. A punto de salir, miró hacia la recepción y comprobó que, definitivamente, Espe no estaba.

Cuando volvió a casa, su madre le preguntó que donde había estado y porqué venía a aquellas horas. Y aunque Teodora no solía quedarse a estudiar hasta tan tarde, actuó con normalidad y le dijo la verdad: había estado en la biblioteca, "estudiando". Siendo un argumento creíble, su madre, Casandra, no le volvió a preguntar. Eso sí, se ganó una pequeña reprimenda.

Se pasó todo el rato que quedaba de día –o noche– en su casa, pensando y reflexionando sobre lo que había vivido en las últimas horas. Sentía una sensación extraña; una especie de confusión y escepticismo combinados con el aferramiento de querer saber más, de conocer aquel mundo.

Como si perteneciera a él, aunque intentara negarlo.

Investigó en Internet sobre los supuestos mundos de la Madre Tierra, pero no encontró nada más que leyendas celtas y nórdicas, teorías sobre brujas y hadas y un millón de cosas sobre paganismo. Todo muy interesante, pero nada relacionado con aquel mundo desconocido al que había estado. Le dolía tanto la cabeza que decidió dejar de pensar en aquello, por muy difícil que le resultara.

Durante la hora de la cena, Teo tenía más hambre que sueño, así que se pasó casi toda la cena comiendo en silencio, escuchando algunos de los muchos debates que a menudo mantenían sus padres sobre temas de la actualidad.

CRÓNICAS DE LA MADRE TIERRA I: Los mundos de TeodoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora