.TRES - Psycho.

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Dos semanas después.


Jooheon, tienes tres a tu derecha... Radio de diez.

Jooheon escuchó la voz de uno de sus compañeros en su oído, por medio del intercomunicador que llevaban integrados en sus trajes. Hizo un asentimiento al aire con la cabeza, acatando la orden recibida y procedió a apuntar sus armas en dirección a donde le habían marcado. Esperó pacientemente y, en el momento en que vio los cuerpos contrarios, disparó con perfecta precisión.

Tres autómatas contrarios totalmente incapacitados en el áspero suelo de la institución donde se habían infiltrado. Ciertamente, no estaban muertos, pero su condición actual era difícil de considerarla como estable, las chispas y derrame de sustancias a su alrededor eran suficiente confirmación.

Se incorporó de la posición de francotirador que había tomado para luego, sus pupilas titilando, medir la situación a su alrededor. Su rostro expresaba un gesto serio y fiero, producto del hartazgo que sentía con respecto a este tipo de misiones que estaba obligado a llevar a cabo últimamente, cortesía de su comandante en jefe.

—Bien hecho, regresa inmediatamente al lugar de encuentro.

Jooheon dejó salir el aire lentamente, demasiado frustrado con todo, antes de asentir nuevamente y retomar sus pasos en dirección a donde le esperaban. Era bueno para ser una sombra dentro del territorio enemigo, por lo que solo le tomó unos cuantos minutos dar con sus colegas y permitirse, finalmente, descansar un poco sus hombros de tanta tensión.

Pero la calma duró relativamente poco.

—¡Capitán! —uno de los autómatas que mantenía contacto con la sede alzó la voz y alertó a todos los presentes—. Debemos regresar cuanto antes, estamos siendo atacados.

—Imposible, tenemos toda la zona asegurada —exclamó uno de los soldados, secándose el líquido azulado que escurría de una de las comisuras de su boca.

Pero el mensajero negó con la cabeza, su rostro mostraba demasiada preocupación para ser algo tan simple. 

—Han derrumbado una de las entradas principales y se infiltraron en la sede, van en busca del comandante y el médico superior.

La piel sintética de Jooheon se estimuló y sintió verdaderos escalofríos por toda su superficie al escuchar el parte de su colega. No se percató en ese entonces, pero sus pupilas se volvieron íntegramente rojas por un segundo antes de dar un paso involuntario al frente.

—Mierda —soltó, entonces, el capitán a cargo—. ¡Regresen todos, posiciones de defensa absoluta! Debemos impedir que cumplan su objetivo.


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Las sirenas sonaron en alto, con sus luces rojas alertando a todo el regimiento dentro de la sede subterránea que habían atacado la infraestructura superior y estaban en peligro. Debían escapar cuanto antes porque, según las cámaras y sensores de vigilancia, eran demasiados cuerpos para las pocas cuadrillas que estaban en servicio activamente dentro de las instalaciones.

Al final, el plan del Comandante Son había fallado y, no solo eso, su ceguera le hizo caer en la trampa.

El hecho de obsesionarse tanto con confrontar a los enemigos insistentemente, de mandar a la mayoría de las tropas en misiones de infiltración a mano de los autómatas más capacitados y resistentes, con la excusa de "debilitar el potencial de las demás regiones", hizo que la sede central quede totalmente desprotegida para posibles ataques masivos como el que ahora mismo estaba ocurriendo.

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