Cap. 6 - La feria

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—¡Aprendiz!

Ludwig se sobresaltó. Estaba tan concentrado en su trabajo que no había escuchado sonar la campanilla. Tampoco se percató de que Kirsa estaba parada en la trastienda con él hasta que prácticamente se paró delante de él y le gritó.

—Me llamo Ludwig —protestó él.

—¿Quieres ir a la feria conmigo?

La pregunta era tan incongruente que Ludwig se quedó mirándola como si Kirsa le estuviera hablando en otro idioma.

—No eres muy rápido, ¿no?— Kirsa apoyó los codos sobre su mesa de trabajo, aplastando un engranaje pequeño en el proceso, y le sonrió de oreja a oreja—. Pregunté si quieres...

—Te escuché la primera vez —la interrumpió Ludwig, molesto.

—Me alegro. Pero no me diste una respuesta.

Ludwig no estaba seguro de cómo empezar a responder a esa pregunta.

—¿Por qué estás aquí?

—El tío Karl dijo que podía pasar —respondió Kirsa alegremente—. Entonces, ¿quieres ir a la feria o no?

Ludwig se quitó el monóculo del ojo y apoyó sus herramientas sobre la mesa. Claramente, no iba a dejarlo en paz hasta que le contestara.

—Pensé que ya habías ido a la feria.

—De día. De noche, hay otras atracciones —explicó Kirsa—. Pero mamá no me deja ir sola y el tío Karl dice que no podría seguirme el ritmo. Así que me sugirió que te invite a ti.

—Pensé que dijiste que soy arrogante e insoportable.

—Lo eres. Pero o te llevo a ti o no voy. Así que no tengo más opción que invitarte.

Ludwig suponía que debía estar un poco ofendido por la forma en que lo planteaba, pero, igual que todo lo que lo desconcertaba de Kirsa, no terminaba de ser así. Le gustaba que fuera tan directa y tan honesta. A veces le costaba entender las implicaciones y el subtexto de las palabras de aquellos que se podía considerar "compañía adecuada". La vida sería mucho más fácil si todos le hablaran como lo hacía Kirsa.

—¿Y si te digo que no?

—No tendré más remedio que escaparme en medio de la noche. Y entonces, ¿te imaginas las cosas que le podrían pasar a una señorita sin escolta como yo en medio de un montón de rudos feriantes? ¡Sería una tragedia!

—Creo que exageras.

—Y creo que podrías hacerme este favor, ya que decidí ser amigable contigo —replicó Kirsa, sacándole la lengua.

Era un gesto tan tonto e infantil que acabó por arrancarle una sonrisa.

—¿Esa es tu idea de amigable?

—Mi padre solía decir que tenemos los amigos que nos merecemos —sentenció Kirsa—. Vamos, ven a la feria conmigo. ¡Quiero ver al autómata!

Ludwig abrió la boca para negarse, pero entonces la última palabra llegó a su conciencia.

—¿Autómata?

—Es como una marioneta, pero que se mueve por sí misma sin que nadie jale de sus hilos...

—Sé lo que son —la interrumpió Ludwig—. He leído sobre ellos. Son enormes y difíciles de construir. ¿Seguro que estos feriantes tienen uno?

El cuento del relojeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora