Él

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Miró por la ventana, ya había amanecido.... Podía ver el sol a través de la persiana bajada. Estaba completamente despejado y miró hacia su cintura. Su amiguito también lo estaba a pesar de  la opresión del pañal. Maldita tienda de campaña mañanera.... Pronto aparecería su madre para cambiarle el pañal. Debía resolverlo antes. Había vuelto a tener sueños eróticos. Tenía 45 años pero aun vivía con sus padres. La espina bífida le había convertido en un niño perpetuo para ellos, muy a su pesar. 

En esos sueños, él era un macho alfa, un hombre dominante, incluso agresivo. Quizás para compensar todo aquello que no controlaba en su vida real. En su sueño, él mandaba y ella obedecía, así de simple. Se le ofrecía desnuda sin oponer resistencia a pesar del rudo trato que le proporcionaba él. No hacía mas que repetir los clichés que veía en las películas eróticas que visionaba a escondidas. Èl deseaba ser ese macho alfa y ver saciados todos sus deseos al instante. Era su sueño, nadie podía reprocharle nada. Y la chica obedecía por que le deseaba y le amaba en secreto. Nunca se separarían aunque él la azotara en el culo cumpliendo su fantasia, aunque él la insultara y humillara por que ese era el juego acordado. ese juego visto mil veces en películas eróticas o pornográficas.  Pero ahora debía calmarse, controlar su erección antes del cambio de pañal. Era un momento muy violento para él como para sus padres. Aparecer ante ellos como el chico bueno que había dormido soñando con angelitos.... Angelitos, si, pero con sexo. 

Una vez vestido y en su silla, se dedicaba a pasar revista a sus redes sociales, a sus contactos virtuales o quizás salir a hacer algún recado. Dócil con sus padres mientras la furia implantada por la soledad crecía en su interior.  No recordaba en qué documental había oído que en las antiguas civilizaciones, los guerreros pasaban unos días de abstinencia sexual antes de ir a la batalla para focalizar su energía y furia contra el enemigo. Si esto es así, él solito podría desatar los cuatro jinetes del Apocalipsis. Pero su vida era apacible aparentemente, bien cuidado por sus padres, salía a dar un  paseo cuando ellos le pasaban a la silla de la calle, ni antes ni después.... Y estaba muy bien atendido en su higiene personal, en la ducha, en ese momento en el que podía observar su pene libre del pañal su madre no andaba muy lejos por si debía acercarle el champú. Realmente, se sentía atrapado en libertad, con una sonrisa de agradecimiento perenne en su cara y un volcán en su interior deseando entrar en batalla. Sus acercamientos a mujeres no siempre eran bien interpretados e incluso podrían acarrearle una discusión familiar que no estaba preparado para afrontar de nuevo.

Discapacidad y sexualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora