Capítulo 22

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31 de diciembre de 2018.

Dios a veces permite cosas en nuestras vidas para bien y otras veces para mal.

Esa vez fue para bien.

Abracé a mi padre biológico después de tantos años sin hacerlo,
vi a los tres amores de mi vida compartiendo,
sinceramente aún estoy asimilando todo y cómo Dios a veces permite las cosas.

Ese cumpleaños para mí siempre quedará marcado en la historia, porque ese día por fin entendí que el tesoro que tanto buscaba lo tenía justo frente a mí y era el ser cristiana, el servir a Dios, buscarle y creerle, ese ha sido mi mayor tesoro.

Porque gracias a eso conocí personas que llenan mi vida de alegría, me enamoré, reí, lloré y perdoné.

Ser cristiana me ha ayudado a sanar las heridas del pasado.

Las cosas habían tomado su lugar, me sentía mejor después de tanto tiempo y... el sentimiento sin dudas era muy liberador.

Era 31 de diciembre y fui al servicio de la iglesia con Ramón, pero en la mañana.

¿Por qué en la mañana?

Aunque esos días para mí habían sido liberadores en el nivel emocional por lo ya antes mencionado, Ramón no la había pasado bien del todo.

Dos semanas después de mi cumpleaños, despertó y no tenía fuerzas para caminar, no podía pararse de la cama.

Esto fue a causa de la quimioterapia, por la intensidad de la misma, alrededor de esos meses le había estado causando mucha fatiga a su cuerpo y por eso partes del mismo podían debilitarse o simplemente no tener fuerza.

Según su doctor era normal que le pasara eso, porque su cuerpo estaba trabajando para reparar el daño causado por el tratamiento o por el mismo cáncer en sí.

Había tenido ya muchos síntomas y debíamos ser más cuidadosos con él.

Así que, en colaboración con los miembros de la iglesia, decidimos hacer el servicio de fin de año en la mañana, para que así Ramón no se perdiera de poder recibir el año en la iglesia, abrazado por su Padre Celestial.

Decidí usar un vestido negro, zapatos blancos y el cabello ondulado suelto.

Ramón llevaba puesta una camisa roja oscura, pantalón de tela negro y unos zapatos negros de vestir, él se veía muy distinguido y elegante.

Sus hermanas me ayudaron a sacarlo en la silla de ruedas hasta afuera de su casa y tomamos un taxi para ir a la iglesia.

En el camino, Ramón volteó mi rostro para verme mejor y expresó lo siguiente con una mueca que denotaba algo de tristeza o quizá vulnerabilidad:

—Es increíble todo lo que están haciendo.

—¿De qué hablas? —indagué algo confundida.

—Hablo de ti, de la iglesia, de todo —dijo con voz ronca, por esos días le costaba mucho hablar —. Es que a veces siento que no merezco tanto amor o apoyo.

—¡Hey! No, no digas eso —ordené—. Todos merecemos sentirnos apoyados y queridos por nuestros seres queridos y familiares. Todos merecemos sentirnos amados, incluyéndote — acaricié su rostro—. No lo dudes ni por un momento.

—Intentaré no olvidarlo —respondió con una pequeña sonrisa.

—Serás un milagro de amor y verás que todo el sacrificio, apoyo y esfuerzo habrá valido la pena.

—¿Seré tu milagro de amor?

—Ya lo eres —de sus ojos comenzaron a salir lágrimas e inmediatamente lo abracé.

Esa Chica Normal. [Novela Cristiana]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora