ROSEMis días de "libertad" terminaron después de aquella escapada a casa de los Stein. Mis actividades en la iglesia se habían intensificado como castigo por parte de mi madre.
— Gracias por ayudarme.— agradeció el señor Philips mientras cargábamos unas cajas.
— Tampoco es que me hubieran dado la opción.— murmuré de mala gana.
— ¿Has dicho algo cielo?— miré a mi madre mientras sonreía falsamente y negaba.
Esta mujer sabía meter el dedo en la yaga y rebuscar para sacar el peor humor de una persona o cualquier ser viviente si se lo proponía.
Salí de iglesia sacudiendo ligeramente mis manos en mi pantalón quitando el polvo con años de historia en ellos. No había nadie a estas horas, ya que el sermón no comenzaba hasta las cinco de la tarde. Todo estaba desierto, y cualquiera se notaría si alguien por allí intentara pasar desapercibido.
Mala suerte para ti, Frey Stein. El pequeño de la familia se encontraba apoyado en el gran árbol que estaba en el centro del cementerio. Me acerqué sigilosamente hasta él, no quería asustarlo.
— Hola.— saludé pero este pareció no inmutarse ante mi inesperada llegada.— ¿que haces aquí?
Silencio.
Qué raro, ¿Yo tratando de mantener una conversación con él y solo se limitaba a ignorarme? Aunque tampoco había tanteado la opción de que le cayera mal.
Miré al chico esperando que respondiera o siquiera levantar la vista para que me mirase. Pero solo podía ver su flequillo cubrir esos ojo azules que me llamaron la atención el primer día que lo vi.
— ¡Rose!— escuché la voz de mi madre y di gracias al Altísimo porque el gran árbol nos cubriera a ambos.
Si mi madre me veía con otro Stein, seguramente me caerían más días o incluso meses de castigo. Podía llegar a ser algo extremista con sus límites.
Antes de que me fuera escuché un grave sonido, sonido que provenía de los labios del chico parado frente a mi.
— Kaia.— susurró haciendo que tuviera que agudizar mi oído para poder escucharle.
— ¿Kaia? ¿La buscas?— lo vi asentir y miré que mi madre no se acercara.— ¿puedo acompañarte a casa si quieres?
Me tomé su silencio por un sí, ya que no emitió ningún sonido de queja. Mi cabeza comenzó a funcionar armando un plan para poder ayudar a Frey y tener una buena excusa para poder escapar de las garras de mi madre.
— Espera un momento, enseguida vuelvo.— salí de mi escondite y volví a entrar en la iglesia.
Mi madre me miró con cara de pocos amigos y yo sonreí inocentemente.
— Mami.— puse un tono dulce.
— No.— negó rotundamente.
— ¡Pero si no sabes lo que voy a decirte!
Me quejé mientras esta se encogía de hombros.
— Es que tengo una emergencia.— me acerqué a ella para susurrarle.— Ha venido Andrés.
Esta puso cara de entender y me dejó salir. Sonreí para después salir de la iglesia acercándome al árbol, me sorprendió que aún siguiera allí.
— Bien, podemos irnos.— comencé a caminar mientras escuchaba los pasos de Frey tras de mi.
Frené un poco mi ritmo para ir más a la par con el peli negro, ya que lo estaba dejando un poco atrás.
Nuestros cuerpos no se rozaban por la distancia a la que nos encontrábamos, aunque estuviéramos andando uno al lado del otro.Cuando llegamos a nuestro vecindario no vi mucho movimiento en la casa. Las luces estaban apagadas y tampoco se escuchaba que hubiera alguien en el interior.
— Bueno, yo tengo que irme.— anuncié mientras bajaba las escaleras, pero no pude seguir avanzando porque una mano tomó la manga de mi sudadera.
Cuando levanté la vista no me encontré con los ojos de Frey, su cabeza gacha no me dejaba verlos. De verdad que este chico era extraño.
— ¿Pasa algo?
¿Como se te ocurre preguntarle nada?, sabes que no va a responder.
Gracias querida conciencia. Pero al final ambas acabamos sorprendidas porque el Stein acabó abriendo la boca para decir algo.
— No.
No.
— Te vayas.
Bien, tenía dos problemas: Yo, debía volver sin tardar demasiado para que mi madre no sospechara y ahora este chico no quería que me fuera.
— Frey... tengo que irme, de verdad que me quedaría contigo, pero no puedo.
No sabía como se había tomado la noticia, ya que no veía ninguna emoción en su rostro.
— ¡Frey!— se escuchó la voz de alguien provenir de la puerta de la casa.
Era Kaia.
Un momento, ¿no se suponía que estaba buscando a su hermana? Pero esta se encontraba en casa.
— Tienes a mamá que se está subiendo por las paredes.— lo regañó. Reparó en mi cuando vio la mano de su hermano agarrar la manga de mi camiseta.
— Hola.— saludé con una sonrisa.
— Hola Rose.— sonrió.— ¡Oye! Pecado seas bruto.
Aquel último comentario salió hacia su hermano, quien soltó mi manga y tomó el brazo de su hermana para llevarla al interior de la casa.
— Bueno, ya nos veremos.— se despidió.— un placer verte Rose.
Me quedé agitando levemente mi mano mientras veía a los mellizos desaparecer.
Raro.
Era la única palabra que podía describir la situación que acababa de vivir frente al porche de los Stein.
Regresé a la iglesia y pude notar la mirada de mi madre sobre mi, pero no se acercó a decirme nada. Se habría montando su propia película de porqué habría tardado tanto, y esperaba que en esa película no incluyera ninguna escena extraña con ciertas personas que vivían paralélelo a nosotros.
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Gracias a todos por estar apoyándome y por leer mi historia, la verdad pensaba que se quedaría ahí muerta. Además, hemos pasado las 100 leídas 😁.
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𝗕𝗥𝗘𝗔𝗞 | Frey Stein (en pausa)
Fanfic𝗕𝗥𝗘𝗔𝗞 | Silencio. Era lo único que podía conseguir del chico que se había mudado hace poco con su familia a la casa paralela a la mía. Todo ese silencio solo me hacía querer acercarme más y descubrir lo que esa boca sellada ocultaba. Todos ten...