capítulo 1

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𝔯𝔬𝔰𝔢

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Mis ojos curiosos miraban a través de mi ventana como la familia bajaba de dos coches diferentes. Hacía ya algunas semanas había notado algo de movimiento en la casa frente a la mía, pero solo había visto a una mujer rubia coordinando a empleados que entraban y salían de la casa con muebles y de más.

No pude seguir admirando a las personas que recién habían llegado a nuestro querido pueblo, ya que mamá me llamó desde la planta de abajo.

— ¡Rosie baja a cenar!

— ¡Voy!— exclamé indicando que había recibido el mensaje alto y claro.

Estuve a punto de volver a subir corriendo a mi habitación al ver que la mesa no estaba puesta, pero mi misión falló en el intento.

— ¿A dónde crees que vas? A poner la mesa ahora mismo.

Un resoplo salió de mis labios y comencé a poner la mesa. Una vez terminé sonreí satisfecha por mi trabajo.

— Los tenedores van al otro lado.

Colgué mis brazos al escuchar el comentario de mi madre, pero fruncí mi ceño al ver que estaban bien puestos y después la cara de mi madre.

— Tenias que haberte visto.

— ¡Estaban bien puestos!— me quejé mientras miraba a mi madre.

Mi madre siempre ha sido de las primeras en recalcar cuando haces mal algo en la mesa y por ello tenía la manía, si se podía llamar así, por los modales y el como debía ir todo colocado. Tenían que haber visto cuando de pequeña cambiaba los cubiertos de lugar solo para ver sus graciosas reacciones.

— ¿Te has lavado las manos?

Asentí y levanté mis manos para que viera que estas estaban limpias.

El timbre de la casa sonó y fruncí mi ceño mientras veía a mi madre girarse hacia mí limpiando sus manos en el delantal que cubría su ropa.

— ¿Papá?— pregunté a modo de respuesta a una pregunta que no había sido formulada en palabras pero que si ambas habíamos pensado.

— No lo creo.

Pues no tenía ni idea de quién podía ser. Pasadas las seis, nadie hacía visitas a nadie a no ser que hubieran sido invitados. Seguí a mi madre como buena curiosa que soy. Mi progenitora abrió la puerta dejando ver a tres personas. Una chica de cabello corto y cara perfilada, un chico alto rubio de ojos azules con tonos grisáceos y por último un chico que era la versión masculina de la de pelo corto que venía con ellos, sus ojos eran color azul y su cabello negro los cubría ligeramente.

— Buenas, soy Kaia.— comenzó hablando la chica.

Hasta ahora no había notado que llevaba una tarta en sus manos.

— Somos sus nuevos vecinos.— aclaró haciendo que mi madre asintiera con una sonrisa.— y estos son mis hermanos...

— Heist.— habló el rubio. Esperé a que el peli negro hablara, pero fue Kaia quien lo hizo.

— Y él es Frey.

El mencionado solo asintió a modo de saludo.

— Bienvenidos. Yo soy Dianne Fry y esta es mi hija.

— Rose.— dije con una pequeña sonrisa.

— Un gusto conocerlas, solo pasábamos a entregarles esto y a saludar.

Mientras que Kaia hablaba y yo tenía mi atención en ella, sentía una mirada sobre mi. Traté de encontrar quien era, topándome con unos ojos color azul que se desviaron al notar los míos.

— Agradecemos mucho el pastel. Nos viene muy bien, no había preparado postre.— comentó mi madre haciendo que mi atención volviera a ellas.

Despedimos a los tres hermanos y mi madre me dio el pastel mientras volvía a la cocina. Esperamos hasta que llegó mi padre y cenamos probando el delicioso pastel que nos habían dado nuestros nuevos vecinos.

En la cena el tema principal fueron los recién llegados, aparte del trabajo de papá. Quien comentaba los nuevos casos que llevaba junto al padre de Leigh, Thomas Fleming.

— Se habla mucho de ellos.— comenzó hablando mi madre, que era la que chismorreaba siempre que acababa el sermón en la iglesia.— al parecer son alemanes.

— Creo que se nota.— añadí al recordar el profundo acento que tenían al hablar nuestro idioma.

— Todo el mundo espera que se integren rápido a la iglesia, pero que queréis que os diga, me da un poco igual, no hay que atosigarlos. Y si no se unen, no pasa nada, mientras no causen revuelos ni ningún tipo de falta de respeto.

Mi madre siempre ha sido bastante abierta de mente, aunque también trataba de inculcar la religión que se regía en Wilson. A mi no me forzaba mucho a ir a la iglesia ni nada de eso, pero tampoco es que hubiera algo mejor que hacer. Y también era la única forma de conseguir tener una vida social, ya que si pensabas en la ciudad quedaba como a dos horas.

— Solo te voy a pedir una cosa Roseanne.— oh oh, mi nombre completo, esto es serio.— ten cuidado con ellos.

— Papá, ni que fueran asesinos.— bromeé.

— Haz caso a tu padre.— habló mi madre cortando mi pequeña risa.— espera un poco y no te metas en la boca del lobo.

Algo me decía que a mis padres no les daban muy buena espina los nuevos vecinos. Y a mi solo me traían mucha más curiosidad.

Me retiré de la mesa recogiendo mi plato y subiendo a mi habitación para cambiarme a mi pijama.

Una vez terminé de cambiarme y recoger mi cabello fui a tumbarme en mi cama, pero mi acción fue interrumpida cuando vi una figura que se encontraba en la casa del frente. La casa de los Stein. Me apoyé sobre el marco de mi ventana y pude distinguir al calladito de los tres hermanos, Frey.

Parecía que estaba ojeando una revista, pero por la distancia no pude distinguir de que trataba. Y como si un sexto sentido se hubiera activado en la mente del chico, levantó la vista en mi dirección y rodé por mi pared desapareciendo de mi ventana. Mierda. Me había visto, o a lo mejor no.

Me escabullí entre las sombras lo más alejada de la ventana hasta mi cama y me metí bajo las sábanas aún recordando el incómodo momento que acababa de vivir.

 𝗕𝗥𝗘𝗔𝗞 | Frey Stein (en pausa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora