Los golpes en la puerta me despertaron y entonces me percaté de la voz de Maryugenia del otro lado.
-¡Fidel, levántate ya! –gritó.
Me removí entre las sábanas y no hice intento alguno por abrir los ojos.
-¡Bestia! –volvió a golpear la puerta. –Javier vendrá en cualquier momento.
¿Javier? Abrí los ojos, completamente despierto y aventé la sábanas hacía un lado. Salí de la cama en un santiamén y abrí la puerta. Maryugenia corría de un lugar a otro en busca de algo.
-Yo creí que no te levantarías nunca –farfulló.
-¿Qué buscas? –pregunté.
-Mi bolsa, puedo jurar que la dejé aquí –apuntó al sofá.
Miré el reloj, faltaban veinte minutos para las seis de la mañana. ¿Cuánto se tardaría Javier en llegar?...
...¿Por qué me pregunto eso?
-Busca en tu cuarto, Maryugenia –musité.
Ella me miró y salió corriendo a su habitación. Dos segundos después llamaron a la puerta.
-Fidel, por favor abre –me gritó Maryugenia desde su cuarto.
Caminé perezosamente hasta la puerta y la abrí. Lo que vi me deslumbró por completo.
-Buenos días. –me sonrió y aquella fierecilla enjaulada saltó de un lado a otro en su pequeña cárcel.
-Buenos días, Javier –le devolví la sonrisa. –Pasa.
Le abrí camino y me le quedé mirando mientras pasaba a mi lado, llevaba puesta una chaqueta negra al igual que los apretados pantalones que traía, por dentro de la chaqueta se alcanzaba a ver una camisa en tono rojo. Usaba unas gafas de sol que le daba un aspecto más comercial a su rostro, parecía de esos modelos que sólo ves en televisión.
-Bonita pijama –musitó mirando mi atuendo.
Enrojecí hasta los huesos y me mordí el labio inferior, completamente apenado. Nadie, exceptuando a Maryugenia, me había visto en pijama.
-Gracias –murmuré.
-¿Dónde está Maryugenia?
-En...
-¡Aquí! –la interpelada salió de su habitación con la bolsa en la mano y me interrumpió.
-Hola, preciosa –dijo él y luego se acercó para besarla.
Desvié mi mirada, dándoles privacidad y me escabullí hasta mi cuarto. Privacidad, ¿eso quería darles? O sólo quería calmar a la fierecilla que de pronto se sintió incómoda.
Me vestí rápidamente.
-¡Fidel! Debo irme –gritó Maryugenia, desde algún lugar cercano a la puerta.
Salí del cuarto no sin antes tomar mi cámara fotográfica.
-Te veo más tarde, espero que se diviertan –dijo. –Los amo, a los dos.
-¡Suerte! –dije, pero ella ya había cerrado la puerta.
Miré entonces a Javier, quien se encontraba parado mirándome.
-Creí que íbamos a desayunar en pijama –musitó, divertido al notar mi cambio de ropa.
El rubor corrió de nuevo por mis mejillas y bajé la cabeza.
-Es muy temprano para desayunar –musité.
El rió.
-¿Entonces... quieres que nos vayamos ya? El camino no es muy corto.
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Manual de lo Prohibido (Favier Galvano)
Lãng mạnFalso y pérfido eran sinónimos de mi nombre. De todos los papeles que pude protagonizar, era dueño del único que todo el mundo en mi situación, rechazaría. Lo peor era que esta no era una obra de teatro, cuyo objetivo es sólo representar, actuar y f...