Capítulo 5

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-Chiaro. Per me non c'è nessun problema –respondió él y luego sonrió.

-Gracias, J –dijo Maryugenia y luego me miró.

-Español, por favor –dije y los dos rieron.

-Que sí, que no hay problema –dijo mi amiga.

Miré a Javier.

-¿Seguro que no tienes cosas que hacer y te estoy quitando el tiempo sólo por mi capricho? Porque puedo esperar a que Maryugenia tenga tiempo, no hay prisa, de verdad.

-No –me respondió. –Por mí está bien, a menos de que no quieras ir conmigo –rió.

-No, digo, sí –sacudí la cabeza. –Quiero decir, gracias por llevarme.

-A J le gusta ese lugar, seguro que está más que encantado. Él te puede dar el Tour –bromeó Maryugenia.

-Y para mí sería todo un placer –se rió el interpelado, y mostró todas las perlas blancas que formaban su sonrisa, en la que por un lacónico segundo, me perdí.

-Gracias –musité y me giré de nuevo a mirar la televisión.

Me había asustado un poco un inusual hecho, desvié completamente mi atención de mi mejor amiga y su novio a propósito, debido al pensamiento que la reacción había producido y me puse a pensar en eso. ¿Por qué encontraba a Javier muy atractivo? Sí lo era, pero lo que realmente me preguntaba era ¿por qué todo en él causaba una sensación extraña en mí? Miré de reojo a la feliz pareja a mis espaldas, y pude ver la sonrisa de Javier volar hacía Maryugenia. Entonces llegué a una conclusión fácil. Estaba deslumbrado por él. Por supuesto, era el joven más apuesto con el que me había topado en toda mi vida. Me reí discretamente, qué suerte la de Maryugenia.

-¿Te quedas a cenar? –preguntó ella, luego de un rato. –¿Sabes? Con Fidel se me ocurrió una idea hoy, ¿por qué no salimos un día los cuatro? Nosotros tres y Eileen –explicó ella sin esperar la respuesta de su novio a la primera pregunta.

-No, cielo, no puedo quedarme. Hoy hay cena familiar –torció el gesto. –Y lo de la salida los cuatro suena estupendo, le comentaré a Eileen hoy.

¿Debería preocuparme? Sabía que Maryugenia ocultaba muy dentro de ella la idea de emparejarme con alguien, pero al pensar en el hecho... ¿qué tan malo podría llegar a ser si se trataba de la hermana de Javier? Seguro también era atractiva.

-Hasta mañana, vendré a desearte buena suerte antes de que te vayas –dijo Javier a su novia y luego besó su frente.

-Gracias, amor.

-Fidel. –me giré a mirar a Javier de nuevo al escuchar mi nombre. –Mañana tenemos muchas cosas por hacer, espero no te canses –sonrió.

De pronto sentí una emoción que no pude explicar, un ligero entusiasmo allí, cerca de donde se encontraba la fierecilla enjaulada.

-Hasta mañana –musité y le devolví la sonrisa.

Maryugenia y Javier salieron hasta la puerta en donde tardaron más de cinco minutos en despedirse; traté de no pensar en ello, porque a fin de cuentas, su manera de decirse adiós era algo que a mí no me incumbía.

Luego de que oí la puerta cerrarse, Maryugenia se sentó a mi lado en el sofá y luego suspiró.

-¿No es perfecto? –preguntó.

-¿Qué cosa? –inquirí, confundido.

-Mi novio –musitó, con aire de orgullo.

Yo reí, pero no dije nada. Aún cuando Maryugenia me lo había preguntado no podía decirle lo que pensaba. Sí, sí era perfecto, pero por alguna extraña razón, mi boca no podía soltar esas palabras enfrente de mi amiga.

-¿A qué hora te irás mañana? –pregunté.

-A las seis.

-¿De la tarde?

-De la mañana.

Abrí los ojos como platos y la miré.

-¿Seis de la mañana? Y ¿a qué hora vendrás?

-No lo sé –musitó y luego torció el gesto. –La Isla de Torcello está un poco lejos, quizá venga como a las cinco de la tarde.

-Pero si sólo te harán una entrevista, ¿por qué tardarás tanto?

-Por que si me aceptan, me quedaré para que me capaciten o algo así –se encogió de hombros.

-Voy a extrañarte –hice un puchero.

Ella rió.

-Me extrañarás más si consigo el trabajo, porque saldré hasta las ocho de la noche –volvió a reír y esta vez yo me uní a su risa.

-Maryu, estoy cansado, me acostaré ya –dije.

-¿Tan pronto? Pero si son las ocho de la noche.

-Ocho cuarenta, –corregí. –y sí, estoy muy cansado y quiero dormir.

Bueno, de lo que había dicho, sólo la primera parte era cierta porque tenía miedo de volver a soñar la misma pesadilla de la noche anterior.

-Está bien. Buenas noches.

-Buenas noches –me levanté del sofá y caminé hasta mi habitación.

-¡Ah! Mañana te tienes que levantar temprano –me avisó. –Javier vendrá antes de que yo me vaya y luego te llevará al Puente de los Suspiros.

Me detuve antes de entrar a la habitación.

-Genial –mascullé, y sonreí.

Me introduje a mi habitación y me arropé para dormir, luego me acosté en la suave cama y me cubrí con las sábanas. Me quedé mirando el techo en total oscuridad, y alcanzaba a percibir el sonido del televisor proveniente de la sala.

Sentía el entusiasmo crecer con cada minuto que pasaba, mañana iría al famoso Puente de los suspiros, un lugar que he querido visitar desde que Maryugenia se vino a vivir aquí; pero había otra razón para alimentar ese entusiasmo, y era que pasaría un buen rato con Javier. Pero aún no sabía por qué esa idea me entusiasmaba tanto.

Manual de lo Prohibido (Favier Galvano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora