2. Sin intención

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SANTIAGO

Aún recuerdo la primera vez que la vi, hace algunos años. Su sonrisa iluminó la cochera de casa de mis padres.

—Hola. —Saludó escondiendo sus manos en la sudadera que llevaba y se achicaron sus grandes ojos azules cuando sonrió aún más, involuntariamente le regresé la sonrisa, era inevitable no hacerlo ante la hermosa chica que estaba frente a mí.

Labios carnosos, de piel blanca, pero bronceada, tenía unas pestañas largas y espesas, se veía de figura esbelta a pesar de la ropa holgada y deportiva que llevaba.

—Hola —respondí cuando por fin la voz logró salir de mi garganta. No solía haber chicas así... Por estos rumbos—. ¿Quién...?

—¡Hey! —mi pregunta quedó en el aire al ver a Malcolm, mi primo, pasar su brazo por los hombros de la preciosa joven frente a mí—. Veo que ya conociste a mi novia. Él es mi primo —le dice a la mujer.

Bajo la cabeza y empuño por un momento mis ojos, lamentando la razón por la que se encuentra en casa de mis papás.

—¿Has sabido algo de Alessandro? —preguntó Malcolm, haciendo que mi rostro se posará en él. Si seguía comportándome así, se daría cuenta de que no he podido quitarle los ojos de encima a su novia.

—Nada —dije al tiempo que caminaba a la parte trasera de la casa, con la pareja feliz siguiéndome. Escuché el tronido de sus besos a mi espalda—. Solo mandó un mensaje diciendo que estaba bien y que vendría cuando pudiera.

—Me preocupa, siento que ya pasó mucho tiempo sin superar a Renata.

—Estará bien, solo anda de chiflado —le respondo—. La mujer lo tenía enculado porque le hizo creer que era perfecta y ahora siente que ha perdido lo mejor del jodido mundo. —Bufo.

Conocí a Renata, la vi solo una vez, y con eso me bastó para saber que su fachada de chica perfecta era tan solo un buen espectáculo nivel de Las Vegas. Por desgracia, nuestro amigo Alessandro no lo notó. No entiendo como una persona puede llegar a meterse tanto en tu cabeza, como para hacerte creer que es todo lo que no es.

—¿Crees que su separación sea definitiva? —Malcolm me saca de mis pensamientos. Niego con la cabeza.

—Espero que sí, pero lo dudo, esos dos están aferrados el uno al otro

Quizá el amor apendeja o algo así por el estilo. Mis ojos, sin pedirlo se fueron a la rubia que estaba detrás de mí, avancé para encender el RZR en el que íbamos a salir.

—¿Cómo te llamas? —Le pregunté viéndola por el rabillo del ojo.

—Bárbara. —Respondió con una sonrisa al tiempo que su pie jugueteaba con la tierra, sus manos seguían escondidas en las bolsas de su suéter y también se había puesto la capucha.

—Soy Santiago. —Le regalé una sonrisa y el contacto de nuestros ojos llegó a su fin cuando el sonido del 4x4 salió disparado, haciendo que Malcolm y su novia se taparan los oídos, con rapidez bajé el volumen.

—Creo que todo está bien. —Comenté una vez que terminé de revisar el deportivo. Vi que Bárbara yacía entre los brazos de Malcolm, con su espalda en el pecho de mi primo, las manos de este estaban entrelazadas en la cintura de su chica.

No conocía la envidia, hoy me la presentaron. Sacudí la cabeza, riendo ante mis pensamientos idiotas.

—¿De qué te ríes? —Preguntó Malcolm y negué con la cabeza.

—Nada —Aseguré.

—¿Manejas? —Bárbara se dirigió a mí, volví a negar, avanzando a la cuatrimoto que había detrás del RZR.

Deseo Inmoral [Disponible En Librerías] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora