3. Secretos

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BÁRBARA

No es ni medio día y ya tengo la casa limpia, tallé los retretes, limpié las ventanas y me preparé algo para comer, lo cual sigue en el horno, barrí la entrada de la casa y me di cuenta de que por esta calle pasan muchos coches, el primer día no había tantos.

Me echo en el sofá y selecciono el número de mi esposo, le pico y comienza a sonar, suena tres veces, así que pienso en colgar por si está ocupado, pero al cuatro timbre responde y su voz me hace soltar un grito interno.

—¿Qué pasa? —Pregunta mientras yo me tiro al sofá y quedo con las piernas colgando, mientras mi mano libre juega con una hebra de mi cabello.

—¿Estás ocupado? —Interrogo antes de soltar mi plática.

—Algo, Bárbara, ¿qué sucede?

—No, no, no nada —me muerdo el labio, sintiéndome tonta—. Solo quería contarte que pude quitarle esa mancha fea al retrete y...

—No tengo tiempo para esto, cariño, estoy ocupado —me interrumpe y guardo silencio, ahogo el suspiro de tristeza—. Esto no es Mirza, amor, no puedo tener el teléfono colgado en la oreja.

Mirza, recuerdo mi amado empleo, a Malcolm le llegó una mejor oportunidad de trabajo, con una paga increíble.

Y por eso estás aquí. Me recuerda el subconsciente.

—Entiendo, ¿me llamas cuando estés en tu hora libre? —Pregunto con ilusión.

—Cuenta con ello, cariño.

No llamó en todo el día.

Cené sola, viendo en la TV abierta un programa donde las parejas competían, yo respondía a la par las preguntas que les hacían.

—Menciona el color favorito de tu pareja. —Pidió el presentador.

—Verde —Respondí.

—Menciona cuántas exnovias ha tenido tu pareja.

—Tres sin contarme a mí ni las de mano sudada. —Dije pensativa mientras me llenaba la boca de palomitas y le daba un sorbo al refresco.

—¿Qué cambiarías de tu pareja?

—Su trabajo. —Respondí triste, inclinando mis piernas y subiéndolas al sillón.

Abandonada, así me sentía desde que estábamos aquí, al menos antes tenía a mis compañeros de Mirza, veía a diario a Malcolm. Soy huérfana desde que era una niña y la poca familia que me queda no vive en el país, así que no tengo a nadie.

Quizá si tuviera alguna amiga, amigo, prima, primo, perro, no sentiría tanto la ausencia de mi esposo, pero es alérgico a las mascotas.

El programa terminó, sin embargo yo no tenía nada de sueño, así que me acosté en la cama y comencé a ver mis redes sociales.

La última foto que publiqué tenía casi 100 likes y cientos de halagos, irónico que no charlaba con ninguna de las personas que se hicieron presentes en la publicación.

En la foto estaba sentada en el patio de mi nueva casa, haciendo jardinería, tenía un paliacate en la cabeza y tomé la selfie al lado las macetas de flores que había comprado, la luz me favorecía y los rayos daban directo a mi rostro haciendo que mis ojos se vieran aún más brillantes.

Que bonita

¿Dónde andas?

GPI

¡QUE HERMOSAAAAAA!

Eran algunos de los comentarios, entré a las reacciones, había la de compañeros de escuela, los cuales conocí a algunos en primaria, otros de preparatoria y por último, la universidad. La mayoría estaban casados, con hijos, así que no llevábamos el mismo ritmo y el lazo se rompió, ellos tenían una familia completa, yo... bueno, tenía salud. O eso espero.

Deseo Inmoral [Disponible En Librerías] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora