Nueva Roma (Solangelo One Shot)

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Nueva Roma.

—No quiero salir. —tapé mi cara con una almohada que tenía cerca. Aún estaba acostado en la cama, y en pijamas, pero eso no había detenido a Nico. Había entrado a mi cabaña, sin permiso, por supuesto, e insistía a que lo acompañara a no sé dónde.

Estabamos en pleno Invierno, y yo lo detestaba. La nieve cubría todas las cabañas, lo que hacía difícil salir. Me resbalé unas cuantas veces, y tenía que cambiarme repetidas veces en el día. Los únicos no afectados eran los campos de fresas, que fueron protegidos para seguir con la producción. Había guerras de nieve todos los días, muñecos de nieve por todos lados y los más pequeños campistas estaban tirados en el suelo, haciendo ángeles de nieve. Yo no sabía qué les gustaba de la fría y húmed nieve. Hacía mucho frío, y las nubes ocultaban el sol. 

Y pues, yo era el hijo del dios del Sol, así que no se sentía bien. Es como si hubieran robado toda mi energía.  

Ahora, ustedes probablemente piensen: "Estás en el Campamento Mestizo. Tienen control de clima y eso". Pues, este año los campistas votaron por "Una Navidad de verdad", con nieve y todo eso, y los hijos de Apolo salimos perdiendo. 

Saqué la almohada de mi cara, e hice pucheros. 

—Vamos, Will. Te daré galletas. 

—No puedes convencerme con galletas, Di Angelo. O al menos no siempre. —me senté. No planeaba acompañarlo—. No me siento bien, ¿Y si te quedas conmigo y me cuidas?

Nico se sonrojó, lo que se me hacía divertido y tierno. Me gustaba provocar eso en él. 

Él giró la cabeza, y miró hacia el suelo. 

—Es San Francisco. Está soleado, hay luz iluminando todo, blah, blah, blah. —me miró de nuevo, arqueando una ceja—. ¿Te convencí?

Salté de la cama. 

—¿Qué necesito llevar? —pregunté, mientras Nico movía la cabeza, negando, mientras ocultaba una sonrisa triunfante. 

...

—¿Te mudas? —pregunté—. Si me lo hubieras dicho antes, no hubiera venido. —crucé los brazos. Estaba enojado. Y eso que yo nunca me enojadaba. 

Después de un viaje sombra muy... movido, en el que terminé mareado, Nico me dijo que se iba del Campamento. Me había traído hasta Nueva Roma, donde sería su nuevo hogar, si tenía un poco suerte. 

Pero yo no quería se de fuera. 

—Te lo dije mil veces, Solace. Simplemente estabas más ocupado quejándote y encogiéndote entre las sábanas de tu cama. —replicó Nico, con tono acusatorio.

—Lo siento... —respondí. Admito que había estado un poco distraído. 

El sol se alzaba en lo más alto del cielo, lo que no me hizo sentir mejor. Nada me haría sentir mejor. 

—¿Vas a ayudarme o no?

—Claro. Tu casa va a ser la más brillante de todas, lo sabes. —guiñé, queriendo dejar el tema de lado. 

—Cállate y ayúdame, Solace. —fue su respuesta, pero al ver lo incómodo que se ponía, sentí que había ganado esta. 

Reyna se acercaba con una sonrisa. La ex-praetor de Nueva Roma estaba despampanante; su trenza caía hasta su cintura, y sólo usaba jeans y la camisa del Campamento Júpiter. Era muy raro verla sin su antigua toga. Era alta, pero más pequeña que Nico y yo. Y traía la más brillante de las sonrisas, sabía que había extrañado a Nico. Hace meses no se veían, y habían conseguido tener una amistad muy cerca desde la Guerra contra Gea, 9 años atrás. 

—Hey, fantasmita. —saludó Reyna, abrazando a Nico, y luego regalándome un abrazo a mi también. Admito que me había sentido un poco celoso al principio por lo cercana de su relación, pero el tiempo pasaba y ellos segupian siendo sólo amigos, así que lo dejé pasar. 

—Hola, Reyna, ¿hablaste con la praetor?

—Sí. —se removió algo incómoda. Reyna incómoda no era una buena señal—. Pero hay un problema. 

—¿Cuál es el problema? Nico sólo necesita cuatro paredes, una cama, y un McDonalds cerca. —Recibí un tierno golpe en las costillas. 

—El último apartamento remodelado lo tomaron Annabeth y Percy hace unos meses, así que hay espacio, sí, pero... Umm, míralo por ti mismo.

...

Reyna nos guió hasta una pequeña casa, hermosa, pero con paredes roídas y con la pintura cayéndose. Algunos vidrios estaban rotos, la madera de la puerta estaba destrozada por las polillas, probablemente, y todo los adornos de metal estaban oxidados. 

—¿Reyna? —llamó la atención el hijo de Hades—. ¿Trajeron esta casa desde la Antigua Roma, después de la erupción del Vesubio, o es sólo mi idea?

Reyna se encogió de hombros. 

—Es lo que hay, es esto o nada. Te podría poner en la lista de espera, pero créeme, es larga. No tendrías un lugar aquí hasta dentro de un año o más. Annabeth recién inició los planos de expansión hace unas semanas, así que, aunque tengamos la ayuda de Leo, esto va a demorar. 

Nico se desinfló como un globo. 

—Nos la quedámos, Reyna. —Solté, sin pensar en lo que decía. 

Los dos abrieron los ojos como platos, y Nico se sonrojó por tercera vez en el día. 

—Es un proyecto imposible, Solace. Imposible. Además, no soy diseñador. No puedo con esto. —señaló a la casa. 

—Yo sí. 

—¿Eso es un sí o un no? —Interrumpió nuestras peleas de mirada. Si las miradas matásen... 

—¡Sí!

—¡No!

—Umm... yo voy a estar con la praetor, cuando finalmente se decidan, vayan a hablar con nosotras. —Y Reyna se fue, dándonos un poco de espacio para hablar. 

—Estás completamente loco, Will Solace. No voy a dejarte remodelar esta... —miró hacia la casa—. Cosa. Es imposible. 

—Vencer a Cronos era imposible, curar a Annabeth del veneno de la daga era imposible, vencer a Gea era imposible... Según ustedes. Para mi, sólo era improbable. Además, mírala. —señalé a la casa otra vez—. Yo la quiero, por favor, Nico. —Hice pucheros, que sé que nunca fallaban. 

—Es costoso, además no tengo la suficiente energía para traerte todos los días desde el otro lado del país. 

—Podría quedarme aquí un tiempo. —me encogí de hombros, no dándole importancia al tema. 

Listo, cuarta vez que Nico se sonrojaba en el día. Una más y rompería el record. 

—¿En la casa, conmigo? ¿Estás loco? —preguntó en un susurro. 

—Tienes 21 años, Nico. Supéralo. —me acerqué y planté un beso en sus labios. 

El color aumentó en sus mejillas. 

—Bi-... Bien. —se aclaró la garganta—. Vamos a por Reyna. 

One Shots Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora