I: "THE BEGGINING"

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Hace 7000 años, Arishem —el primer celestial que existió— mandó a los eternos, seres con habilidades especiales provenientes de un planeta llamado "Olimpia" a proteger a la humanidad en la Tierra de criaturas de oscuridad llamadas desviantes. La orden que habían recibido del celestial mayor fue no interferir en conflictos humanos que no involucraran a aquella especie; su deber, era preservar paz en la humanidad para que pudieran desarrollarse de forma plena sin ayuda de los eternos.

En 1529 d.C., los eternos terminaron su misión exterminando y extinguiendo a los desviantes, pero en esta batalla todo era diferente a las demás durante los anteriores 5000 años. Se encontraban el Tenochtitlán, México, en medio de la toma de ésta ciudad por los españoles. Ajak, la eterna suprema, se sentía demasiado culpable por no poder parar la masacre que estaba pasando frente a sus ojos, al igual que lo hacían varios del resto del equipo, en especial... Druig.

A diferencia de los otros eternos del equipo, Druig es algo más selectivo a la hora de hacer amistades y ser social; el hombre de cabellera castaña con ojos zafiros tiene el don de controlar las mentes de los humanos con magia cósmica. El resto de sus compañeros son bastantes hábiles en batalla, pero Druig a pesar de no poseer algún poder adicional, era bastante útil para salvaguardar a los humanos en las épicas peleas contra los desviantes.

El castaño tiene sentimientos fuertes por una dama del mismo equipo, Makkari. Ella es una mujer fuerte, de piel canela, morena de cabellera y ojos cafés oscuros, además de ser sordomuda, pero esto no le impide ser bastante buena en las batallas, ya que ella es bastante rápida para atacar a sus rivales. Makkari también tiene sentimientos por el hombre de los ojos zafiros, que cuando usa su poder se tornan de un dorado único, incluso más precioso que el dorado del oro mismo.

En aquella noche en Tenochtitlán, el castaño solo observaba cómo los humanos se masacraban unos contra otros; la sed de sangre inocente corría por las venas de aquellos hombres invasores de esas tierras y nada ni nadie podía parar aquella atrocidad, pero el de orbes zafiros podía hacerlo, quería hacerlo, pero no debía. Mientras la mente de el castaño tenía un gran dilema y dolor en su corazón, cabeza y alma, una de sus compañeras, Thena, una mujer bastante hermosa, rubia de ojos azules como el hombre antes mencionado, estaba teniendo señales de una enfermedad que alteraba su cerebro y le hacía olvidar sus recuerdos, y en dicho momento, empezó a atacar al resto del equipo, hiriendo a Ajak, Makkari, entre otros más.

El de cabellera castaña estaba harto de no poder hacer nada con respecto a la injusticia que estaba sucediendo en dicha ciudad; se sentía impotente, triste, desesperado por parar aquella matanza tan explícita, y decidió tomar acción, solo esperaba el momento adecuado para actuar y lo hizo:

  —Thena, yo te amo. —dijo la eterna suprema a la de cabellera rubia. —Pero si no puedes recordar no es importante, confía en mi —dijo en un tono sereno, tratando de convencer a la blonda de borrar todos sus recuerdos para que pudiera empezar de nuevo.

  —¿Por qué confiaría en ti? —decidió intervenir el castaño. —Somos iguales a ellos, cegados por la lealtad, pero esto se acaba ahora. —dijo mirando al pueblo masacrado, mientras que Ajak sabía perfectamente lo que iba a pasar, ya que ella también lo hubiera echo y dejo que el de ojos zafiros hiciera lo correcto.

El castaño, mirando al pueblo, decidió tomar acción y hacer lo que le dictaba su corazón. Sus ojos se tornaban dorado mientras les ordenaba a todas las personas que estaban ahí que pararan de pelear, pero fue abruptamente interrumpido por Ikaris, el más fuerte de los eternos y el más dotado de habilidades. Él era más alto que el de los ojos dorados, tenía unos orbes azules al igual que Druig y también tenía el cabello castaño, a diferencia de que el más alto, tenía un mechón de cabello blanco.

  —¿Qué crees qué estás haciendo? Libéralos —ordenó el del mechón. —Si quieres que lo haga vas a tener que matarme —replicó el más bajo. Ajak les dio la orden de que ambos pararan, y eso fue lo que hicieron. El de ojos dorados decidió bajar lentamente de la pirámide donde se encontraba y sin más, se marchó. Ajak, impactada por lo que había visto, decidió que el de los orbes zafiros se fuera sin más ya que su misión había terminado, les dio la opción de poder irse y vivir por su lado. Y eso fue lo que hicieron...

Salem, Massachusetts [1690]

Era agosto, el otoño se sentía cada vez más cerca. Las sospechas de mujeres dotadas de habilidades únicas se hacían cada vez más constantes, y esto preocupaba a la familia Harkness, ya que ellos estaban en la mira de todos los aldeanos del pueblo.

Avaia, la más joven de aquella familia era una chica sumamente bella, era alta, de delgada complexión, tenía una melena castaña lacia y ojos del mismo color, que al más fino rayo de sol los hacía ver cómo si fueran de una tonalidad miel, pero si eras lo bastante observador sabias que sus ojos en realidad son color avellana. Tenía las facciones del rostro sumamente finas, tenía una nariz delgada y pequeña, los pómulos de su cara resaltaban demasiado, incluso cuando sonreía o lloraba, toda ella era un sueño, al igual que su hermana mayor Ágatha.

Ella al contrario de su hermana, era morena en la cabellera pero era ondulado, tenía unos orbes color esmeralda que cuando estaba molesta, te hacía desear no haber nacido. La madre de ambas, la gran Graeae Harkness, era considerada la bruja con más potencial en su época, pero debido a que cayó profundamente en las redes de su esposo, Abdel, un gran hechicero cotizado en todo el estado, no pudo coronarse como la gran bruja de Salem. Ambas hijas provenientes de tan puro y gran amor que se tenían ambos padres, eran las candidatas perfectas para ceder este puesto, pero la pequeña Avaia no estaba segura de si eso era lo que ella quería. Sabía que si elegía aquella tentadora opción, sería considerada una de las brujas más poderosas —si no es que la más— en toda la historia de la humanidad y de la historia de la magia, pero la castaña soñaba con vivir su vida antes de entregarse por completo a su propósito.

Ella veía que su hermana era sumamente feliz con su primer gran amor, Ralph; era un granjero común, pero en la forma en cómo trataba a la joven Ágatha la cautivaba e hizo que se enamoraran perdidamente el uno del otro. La del cabello lacio no envidiaba a su hermana por eso, al contrario, se alegraba en lo absoluto cuando ésta llegaba con sonrisas risueñas y de buen humor a casa después de pasar viendo el atardecer con su alma gemela, pero pronto las peticiones de la de orbes avellanos se harían realidad.

Una noche, el 16 de aquel mes para ser más precisos, la joven Avaia se encontraba recolectando rosas rojas y blancas ya que su madre se las pidió con urgencia para un conjuro de amor que le había pedido una pueblerina del otro lado de Massachusetts; la luna estaba en su punto más alto, estaba completamente iluminada, sin ningún hueco de oscuridad que la rodeara y fue ahí donde pudo sentir por primera vez la magia completa correr por sus venas. La pequeña lacia sintió como se elevó poco a poco del suelo y sus expectativas de encontrar el amor se habían quedado en el subsuelo, ya no necesitaba de un amor para sentirse plena, no había dudas en su mente de que esto era lo que quería, pero pronto sintió una presencia, la de un hombre que la observaba detenidamente.

Cuando se percató de esto, se desconcentro a tal modo de que cayera de un solo golpe al piso. El hombre que la estaba observando rápidamente se acercó a ella cuando tocó el suelo de tierra.

...fue ahí...

...en ese momento...

Donde la mirada zafira se encontró con la mirada avellana

Ella sabía que el deseo por encontrar a alguien con quien pasar el resto de sus días... había sido cumplido.

  —Perdóname, no quería asustarte —salió de los labios del castaño.

—No tienes nada de que preocuparte, estoy bien —dijo la de orbes avellanos algo adolorida por el impacto.

  —Soy Druig —dijo aún en el piso con la chica mientras la miraba detenidamente a los ojos con esos mares.

—Avaia —dijo la castaña mientras memorizaba cada uno de los detalles del rostro del zafiro. Y mientras esto pasaba, ella sabía que aquel hombre era por quien su corazón latiría de ahora en adelante.

Adored Agony Donde viven las historias. Descúbrelo ahora