XIV: "A HIDDEN TRUTH"

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Londres, Reino Unido [actualidad]

El beso entre Druig y Avaia duró más de lo esperado. Y no era para menos, ya que ambos habían pasado siglos —sin exagerar— anhelando ese ósculo.

Avaia fue quien le dio fin al apartarse de los labios de Druig. Miró atentamente esos ojos celestes que tanto amó en su tiempo mientras pensaba en como decirle que tenía que regresar a su hogar, lugar al que él ya no pertenecía.

El eterno estaba enredado entre las redes de amor en las que la bruja lo había envuelto de forma inconsciente al haberlo besado con tanta devoción, tanto deseo, tanta ternura y cariño. Consciente de que había algo mal en la mirada de su amada, decidió reunir valor para afrontar lo que vendría.

—¿Ocurre algo? —preguntó el más alto algo consternado.

—Druig, tengo que decirte algo importante. —soltó la castaña, sintiendo los golpeteos de su corazón contra su pecho debido a la ansiedad que le causaba hablarle con la verdad después de mucho tiempo.

El mayor sintió un miedo inminente recorrerle el cuerpo al oír esas palabras. Tomó aire por la nariz, esperando lo peor y sin más, esperó el sermón que le fuera a dar la bruja.

Avaia contemplaba el semblante de su ex, ya que había cambiado drásticamente cuando lo sentenció con sus palabras. Buscaba como darle la noticia, junto con la explicación que bien se merecía el otro, pero las palabras nunca llegaron a su mente. Estaba en blanco. Completamente vacía. Su garganta no gesticulaba nada, su mente no formulaba las frases que planeaba decirle... y ahí fue cuando se dio cuenta.

Ella estaba tomando el control.

La castaña se desvaneció entre los brazos del eterno quedando inconsciente un par de segundos mientras Fara tomaba la luz.

—Avaia, ¿Qué tienes?, ¿Qué sucede? Háblame por favor —se notaba la angustia en su ronca voz. Estaba a nada de llamar a una ambulancia cuando notó los mechones negros entre sus dedos y supo que a partir de ese momento, no podría hacer mucho.

El cuerpo de la chica estaba tomando consciencia y se empezaba a enderezar con la característica pose de Fara: soberbia y altanera. Las pupilas avellanas desaparecieron completamente de aquellos orbes tan místicos, como si su existencia fuera una mera fantasía. Las uñas de sus dedos dejaban la manicura con puntas blancas que se había hecho hace poco la castaña, para abrirle paso a unas uñas trabajadas color negro matte, cortesía de la magia de la otra. El maquillaje leve y con tonalidades neutras se esfumó abriéndole paso a un oscuro sombreado en el área de los parpados y un salvaje contorno alrededor del rostro de la bruja, rematando con un escandaloso labial morado que le hacía lucir mucho mayor y mucho más sensual de lo que ya era.

Fara alzó la mirada cuando los orbes oceánicos de Druig la miraron con detenimiento. Ambas miradas fuertes y penetrantes se habían encontrado después de bastante tiempo. El más alto no extrañaba la presencia de la bruja negra, más sin embargo, ella si extrañaba contemplar esos orbes de los que alguna vez se había enamorado.

La luz y la oscuridad. El bien y el mal. Un eterno. Una bruja. Una mente llena de recuerdos. Un corazón lleno de odio y resentimiento hacia él.

—Fara.

—Druig.

—Es un gusto vert...

El impacto de la mano de Fara contra su rostro no lo dejó terminar la mentira que estaba a punto de decir. Sintió un ardor recorrerle la mitad de la cara mientras los reclamos de la bruja empezaban a sonar de fondo.

—Eso fue por engañarnos, imbécil. Por mentirnos y usarnos de la manera más vil que alguien pudo hacerlo. ¿Cómo te atreviste a jugar conmigo? ¿Con Avaia? Maldito infeliz —el sonido de una segunda cachetada golpeando del lado opuesto de su rostro se hizo presente al terminar los primeros reclamos.

Adored Agony Donde viven las historias. Descúbrelo ahora