Copos de nieve

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Una gran tormenta eléctrica azotaba la ciudad. Los relámpagos iluminaban la noche de blanco con un  precioso matiz morado, y era sólo cuestión de segundos para que un poderoso retumbar te hiciera temblar o dar un salto del susto por su enérgica potencia. Era plena madrugada cuando unos dorados ojos lloraban a cantaros, pero en silencio: se tiraba del cabello con desesperación, apretaba los dientes con fuerza y se mordía los brazos constantemente para guardar silencio en medio de su llanto, ya que no sería de su agrado despertar a su hermana menor o a su serio padre. En su morena piel se veían las rojas marcas de dientes ya hinchadas, emanando de ellas un dolor profundo y agudo, mañana serían unas muy evidentes manchas moradas. Aquellos ojos de oro habían pasado años atrás una terrible experiencia que lo condenó de por vida, naciendo de aquel trauma la costumbre de rascarse con furor hasta sangrar y dejar unos zarpazos en su lienzo. Juró nunca volver a hacerlo, pero ahí estaba él, clavándose las uñas con desespero en sus piernas, viendo cómo la epidermis se iba desgastando hasta tornarse roja y sangrante. Los truenos seguían haciendo vibrar sus órganos con cada poderoso estruendo, opacando muy fácilmente la música que gritaban sus audífonos. Lloraba con amargura y se mordía con pesar. Pero no era su culpa. Él, siendo aún el mejor amigo de su verdugo, ella no tuvo piedad y le colocó la guillotina en el cuello, sin previo aviso, sin explicaciones ni razones. Solamente lo ahorcó, lo fusiló y acabó con él con cuatro sencillas palabras.

Llorar cansa los ojos. No durmió nada esa noche, pues cuando había cesado su llanto y empezaba a conciliar el sueño, su alegre alarma resonó en su habitación, sintiendo el vibrar en su colchón. Incluso cuando su vida parecía haberse derrumbado, no dejaría a la deriva su impecable vida escolar. Con una valentía que quién sabe de dónde nació, decidió afrontar la reacción de los demás con todo y todo. Se levantó y arregló su cama, tomó una sudadera azul marino, agradecía que fuera una mañana gélida por la lluvia, pues aquellas mordidas en sus brazos debían ser ocultadas a toda costa; una camisa negra y unos jogger del mismo color oscuro acompañaban su vestimenta: destrozado, pero nunca sencillo. Se paró frente a la puerta de su cuarto, volvió a limpiarse los ojos esperando borrar todo rastro de tristeza de su rostro, soltó un suspiró, tomó el picaporte y abrió la puerta listo para afrontar la crueldad del mundo, empezando por su familia. Aquella reacción de corazón de Nita Piepequeño en esa fatídica publicación evidenciaba de sobra que los avellana ojos de su hermana menor sabía lo que él era, y tampoco dudaba que a pesar que su padre no colocó ninguna reacción, era igual de obvio que también lo había visto. 

Escuchó ruido en la cocina: Bo ya estaba despierto, tan madrugador como siempre. Nita salió unos segundos después de su habitación con el uniforme de la secundaria a la que fue él hace tan solo un año, acomodándose su saco verde.

- ¡Buenos días, hermanito! - le saludó con total normalidad su encantadora hermana.

- Buenos días, preciosa - de la nada, la menor de cabellos rojizos lo abrazó con calidez y fuerza. Al separarse, en aquellos ojos de roble se reflejó una comprensión inimaginable, un apoyo tan palpable y el mismo amor de siempre, tocando el corazón de su mayor con palabras que no dijo, pero que él quería escuchar con tanto anhelo. 

Ambos castaños se dirigieron al comedor, el cual estaba impregnado de un amigable olor de sándwiches de queso fundido preparados por su padre. León se sentó con algo de temor por la reacción de su progenitor, quien al darse la vuelta, dejó en frente de cada moreno su respectivo desayuno, incluido el propio. Tomó asiento el fornido hombre y todos comenzaron a comer.

- Buenos días - la voz de su padre rompió aquel tímpano de hielo como un picahielos, haciendo temblar al mayor.

- Buenos días, papi - Nita tan resplandeciente como siempre.

- Buenos días, pa' - León sin su habitual brillo. Bo supo entonces lo que consternaba a su hijo mayor.

- Hoy hará frío y estará lloviendo, así que iré a recogerlos en la salida.

El Chico De Mis Sueños [ Leondy ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora