Capitulo XIII

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Las risas hacían parte del momento fraternal entre Rebecca y Alex, éste estaba tumbado sobre su espalda encima de su cama y la primera sentada en una silla puff. Recordando un intrépido verano que vivieron antes de que sus padres formalizaran su relación. Las anécdotas que se compartían mutuamente carecían de veracidad, pero eran idóneos para apaciguar el aburrimiento de esa tarde. Cada uno relataba su versión de la historia como mejor quería, exagerando en algunos sentidos para añadirle gracia al recuerdo. En aquel tiempo Alex y Rebecca no se consideraban hermanos, pero sí mejores amigos. Ninguno confiaba en que la atracción que sus padres sentían se transformara en amor, sorpresivamente se equivocaron.

-Te propongo revivir esos días, solos tú y yo. –Habló Alex.

-Aún no llega el verano.

- ¿Y por qué esperar hasta entonces? Esta noche vayamos a algún sitio donde podamos divertirnos.

-Me gusta la idea, Alex, pero ya tengo planes para esta noche. –Reveló Rebecca, intrigando a su hermanastro.

-¿Qué harás?

-Christopher me invitó a salir. –La turbación de Alex pasó inadvertido para la otra. Se sentó para mirarla, perplejo.

-¿A dónde irán?

-No lo sé, no me lo dijo. –Vociferó Rebecca causando que la piel de su hermanastro se erizara. Cerró sus ojos por breves momentos que fueron suficientes para avistar en un destello la noche que tanto se afanaba por olvidar y la voz de la chica desgarrándose en una súplica de ayuda retumbó en sus oídos.

-¿Te importa si los acompaño? –Inquirió volviendo a abrir sus ojos.

-A mí no, bien sabes que eres la mejor compañía que yo pudiera desear, pero creo a Christopher si le importaría.

-¿Por qué lo haría? –Cuestionó escéptico Alex. –Me conoce mejor que a ti.

-Es cierto, pero tengo la sensación de que yo le gusto y que esto es una especie de cita. –Espetó la chica, no causando una mejoría en la cabeza de Alex quien sentía los nervios a flor de piel y una vehemente necesidad por negarla a Rebecca ir a esa cita, temiendo a que fuese lastimada por el orgullo inapelable de Christopher.

(...)

El silbido de la tetera le indicó a Cristina que el té ya estaba listo. Sacó una taza de vidrio y se sirvió una generosa cantidad del líquido recién preparado, una bebida idónea para conciliar el sueño. Posteriormente se dirigió al sofá en la sala de estar y aunque el televisor yacía encendido Cristina no prestaba atención a lo que transmitían. No podía pensar en otra cosa que no fuese su charla con Alex y en qué le hizo a Laura para que ella dejara de confiar en él. Apenas recordaba los días que el chico deseaba ser algo más que sólo un amigo para Laura; y lo mucho que atosigaba a Cristina quien llegó a ser Cupido entre los dos. Hasta que un día, después de tanto insistir, ella había aceptado. Ambos lograron completarse como piezas de un puzle, haciendo que cualquiera que los viese creyera en el amor. Aunque no aplaudía el poco valor de Alex al no terminar con Vanesa, no podía culparlo, él no era de los que dejaban corazones partidos por su andar, y en ese entonces Vanesa estaba realmente enamorada, o al menos así se mostraba, no como ahora cuyas emociones hacia él radicaban en el más puro interés.

Su hermano disipó sus pensamientos con un sonoro beso en su mejilla derecha. La fragancia de perfume que acompañaba al mayor de los hermanos no ocultó su vestimenta formal: camisa de botones blanca, pantalones de gabardina oscuros y sus zapatos eran mocasines, también negros.

-¿Presentarás los premios Grammy? –Bromeó Cristina, Christopher no acostumbraba a lucir tan elegante, pero no se podía negar que se veía como todo un gigoló.

Las siete caras de un secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora