II

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Esta semana, no me sentía con ganas de escribir.
Por eso resumire solamente lo qué me sucedio hoy.

Nunca me gustaron los hospitales. Tienen poca clase, huelen a desinfectante barato y el café de su máquina expendedora sabe horrible.

Pero yo era un hombre de palabra. Y le había prometido a Jesús que le haría compañía a Sergio esa noche, mientras él hacía doble turno en su trabajo. (Fuera cual fuera, el "negocio" qué ese tipo tuviera entre manos.)

Porque sí, no soy estúpido cómo para no notar de donde venía el dinero que nos mantenía y que costeaban las operaciones de Sergio. Nuestro seguro de Salud era una mierda, jamás hubiesemos podido pagar un hospital cómo este.

Amó a mi hermanito. Lo admiro. Adoró su inteligencia. Pero debo admitir que es un ratoncito de biblioteca.

Por lo que ahí estaba. Recorriendo los pasillos con una mochila pesada de libros robados de la biblioteca y qué seguramente Sergio, no tardaría ni siquiera dos días en devorarlos cómo un animal.

Cuando lo vi...

Ese chico. Aquel extraño, que se posaba contra la pared del lado de afuera de unos de los pasillos. Justo en la parte trasera de ese hospital, donde me gustaba escabullirse para llegar a la habitación de Sergio, a escondidas de las enfermeras.

Simplemente me miro fijamente. Antes de soltar una profunda bocanada de humo y apagar el cigarro ya terminado, contra la maltratada pared.

Parandose con firmeza, frente a mi, me dedicó un suave asentimiento silencioso, en forma de saludo, antes de meterse por unas de las ventanas abiertas del pasillo de la derecha. Como un hábil gato callejero.

¿Pero sabes que fue lo más extraño? Justo cuando estaba por darme la vuelta para continuar por mi camino, hasta la habitación de Sergio. Él se volvió a aparecer en esa ventana, dedicandome un ruidoso silbido, antes de arrojarme una manzana.

Si, así cómo lo lees. Ese extraño, dueño de los ojos más azules qué vi en mi vida y de cabello despeinado color arena, me dejó una rojiza manzana sobre mi mano, antes de largarse.

¿Pero sabes qué fue lo más me inquietó, querido Diario?

Que ese sujeto, tenía mi edad.

Y estaba vestido igual que mi hermano, a punto de morirse.



El chico de ojos azules. [Berlermo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora