VI

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Hoy estuve satisfecho toda la mitad del día. Debido al cansancio, pude dormir 8 horas seguidas durante la noche, sin interrupciones.

Dormir, se ha convertido en una cosa que no hago mucho, o mejor dicho, que no he logrado hacer mucho. Pero por lo visto, me he relajado un poco últimamente...

Cuando fui esta  tarde a ver a Sergio, me sorprendí.
Nunca me gustaron los niños pequeños.

A los bebés los odiaba. Y  con respecto a los niños, solo toleraba a mi hermano, porque era mi sangre y porqué  Sergio tenía la madurez mental de un adolescente.

Pero a Martín parecía encantarles. O eso lo demostró,  las numerosas historias que tenía Sergio de él,  escapandose a su habitación para bromear o pasar el rato y la completa familiaridad, con la cual lo encontré hablando hoy a la tarde con esa niña rubia de mirada sería.

Debo confesarlo: esa niña me sorprendió.

Era un caballero, por eso no me costó mucho acercarme hacia ellos a saludar y tomar la mano de esa niña, para besar el dorso de su mano con elegancia. ¿Qué obtuve a cambio? Un puñetazo en medio de la boca, que me hizo doler las encias, seguido de un rotundo y seguro: "¿No sabes qué a ninguna niña o mujer debes besar sin su consentimiento? Vuelve a acercarte a mi de esa manera y te lo enseñaré a la fuerza."

Seguido de una deliciosa carcajada de Martín, que me hizo molestar y divertirme, en la misma medida. ¡Jodido hijo de puta, lo estaba disfrutando!

"Mi querido Andrés, es de mi honor presentarle a mi pequeña amiga, Raquel Murillo. Hija de la encantadora enfermera Mariví, encargada de los medicamentos." La presentó Martín, sin quitar esa mirada de profundo cariño y cierto orgullo, en la pequeña que me miraba recelosa a su lado, con sus pequeños brazos, cruzados sobre su pecho.

Esa pequeña niña, tenía el caracter y la madurez que muchas mujeres de mi edad.

Y esa mocosa insolente y prepotente, no tuvo reparó en preguntarme con vos segura y directa: "¿Eres el hermano de Sergio?"

Vaya...No sabía que mi hermanito se había vuelto tan popular en el hospital. Por lo que alcanzó una mirada de reojo de Martín, para entender la situación por completo.

Esa mocosa, se había hecho amiga de mi hermano. Y con total naturalidad, me miraba de arriba hacia abajo, analizandome, antes de decir con voz firme y fuerte: "Tú hermano me cae mejor. Tienes pinta de ser un idiota, flacucho y egocéntrico."

Quedé estético.

Y estaba segura que si no fuera por Martín que no se resistió a reír con fuerza, estirando su cabeza hacía atrás, hubiera quedado ahí con cara de estúpido durante toda la tarde.

Pero Martín, teniendo compasión, decidió intervenir en la conversación sacando de su bolsillo una tira de chicles y un lapiz color rosa chillón. Entregandoselo a esa mocosa, la niña no dudó en darle a cambió una pequeña tira de pastillas blancas que traía escondidas en su adorable vestido.

Pude reconocer esas pastillas de inmediato: sedantes para dormir.  Sergio tendía a tomar la mitad de uno cuando el dolor era insoportable. Luego de que la niña se fuera (No sin antes, dedicarme una mirada gélida, mientras peinaba su cabello color arena, graciosamente con ese lapiz rosa en un rodete chueco), Martín, me dijo en un susurro por lo bajo: "Médicamente, me permiten tomar solamente un analgésico al día, sólo si el dolor es insoportable. Porque están preparando mi cuerpo para el tratamiento (Que definitivamente será fuerte). Pero en ocasiones, el dolor y las convulsiones, no me dejan dormir...Y en verdad necesitó dormir, Andrés...". Me confesó por lo bajo, con la mirada azul cansada, puesta en el pasillo en el que se había ido esa mocosa.

Y de pronto. Me sentí mal por haber dormido tantas horas...

¿Lo peor? Es qué no sabía porqué me sentía de esa manera.

¿Era aquello acaso eso qué tienden a llamar "empatía"?

El chico de ojos azules. [Berlermo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora