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Eddie Brock era un adulto que, luego del "misterioso" asesinato de su padre, se mantenía completamente mudo ante su simbionte.

Al llegar el amanecer, el hombre había abandonado el hogar de su padre, dejando atrás al cadáver decapitado, bañado en su sangre y deseando deshacerse de Venom. Sin embargo, no lo hizo. Llevaba semanas sin hablarle, y el alienígena intentaba ser lo más discreto posible para no molestarlo, observando como su anfitrión se emborrachaba hasta perder la conciencia y se metía en numerosas peleas, sin verdaderas intenciones de ganar ninguna. No se había metido a defenderlo nunca, comprendiendo que eso solo haría empeorar la situación, limitándose a curar sus heridas, junto a la resaca, en la mañana siguiente.

No podía decir que estaba enojado con Venom, y por más que lo deseara, no podía odiarlo. Una pequeña parte de él estaba furiosa, echándole la culpa al alienígena por no poder tener al padre que tanto había anhelado. Otra parte de él no sabía como agradecerle por salvarlo, sintiéndose realmente estúpido por haberse expuesto de tal forma. Si bien no le hablaba, seguía cuidándolo lo mejor que podía, consintiéndolo levemente a modo de disculpa. Necesitaba tiempo y pensar al respecto de muchas cosas, pero eso no quitaba que había sido hiriente con un ser que únicamente quería ayudarlo.

- No estoy molesto contigo – su voz se escuchaba débil y rasposa, adormilada mientras le daba el primer sorbo a su café mañanero. – sólo tenía que... procesarlo.

Se acarició el pecho con una suave sonrisa, sintiendo las lágrimas nublarle la vista, insultandose en voz baja por ser tan llorón. Venom se asomó por uno de sus hombros, apoyando ambas frentes juntas.

- No quisimos lastimar a Eddie. Queríamos protegernos. – Brock asintió repetidas veces

- Y lo hiciste, cariño. Me protegiste y ahora estamos a salvo. Gracias.

Ninguno de los dos creyó necesario decir algo más. Eddie cruzó los brazos detrás de la nuca de Venom, balanceándose al ritmo de una melodía inexistente. Dejó escapar las lágrimas en un llanto silencioso mientras sentía las extensiones del simbionte aferrándose a su cintura de forma posesiva y protectora. Miró a su alrededor, a las dos gallinas, Sony y Cher, sobre el sofá con su cómica forma de caminar, la foto de una joven Anne sosteniendo su título de abogada con una radiante sonrisa sobre el tocador, justo al lado de la antigua foto de su madre, y por último, al par de ojos perlados que lo observaban como si fuese lo más preciado que hubiese en el mundo.

Sonrió, beso la frente de Venom y se permitió olvidar sus viejas ilusiones de una familia perfecta. Confortó al pequeño niño que aún sufría en su interior, enseñándole su vida actual y, cuando el simbionte le preguntó que sucedía, sin un atisbo de duda respondió:

- Acabo de notar que tengo la mejor familia que podría desear. 

Fin

Eddie Brock - VenomDonde viven las historias. Descúbrelo ahora