XVIII

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Capitulo 18

✨Fuego✨

Eirene se sintió desorientada después del golpe, sus oídos tenían un pitido constante. Mientras se sentaba, su visión algo borrosa, notó que la luz de fuego venía de dónde había estado el tercer guardia. Eirene volvió a agitar la cabeza cuando el pitido no cesó.

Ella intentó levantarse sobre sus piernas temblorosas, tuvo que ponerse a cuatro patas mientras su mundo giraba y giraba. Eirene levantó su mirada aturdida cuando sintió el vibrar del suelo, vió a lo lejos, cerca de la abertura de la mina otra columna de fuego. Otra explosión.

Eirene al fin pudo pararse, se tambaleó con las piernas algo inestables y sacó su espada de la espalda. Ella tiro la cola de su cabello hacía atrás mientras intentaba orientarse. Eirene avanzó, cuando sus oídos comenzaron a destaparse, lo primero que escuchó fue los gritos de los ghinconianos. Su mirada fue allí para ver cómo el fuego avanzaba hacia ellos como pirañas hambrientas, consumiendo todo a su paso.

Eirene corrió, sin saber cómo ayudaría a los ghinconianos, pero debía sacarlos de las jaulas. Ella saltó sobre los cadáveres de los guardias que había matado, o lo que quedaba de ellos después de la explosión. Se detuvo y se volvió para ver si alguno tenía una llave, guardando su espada de nuevo. Ella contuvo sus náuseas cuando giró a uno, la mitad de su cuerpo no estaba y lo que había tenía casi todo estaba quemado. El olor era nauseabundo, pero Eirene respiró por la boca mientras revisaba el cinturón.

—¡Ayuda! ¡Ayuda!¡Nos quemaremos vivos!

Eirene se desesperó cuando no encontró las llaves en ese cinturón y casi saltó sobre el otro cuerpo. Ese estaba peor que el primero, sólo tenía su parte baja y lo que sea que haya tenido arriba ya no existía. Ella maldijo cuando no encontró ningún cinturón. Se alzó y corrió a ellos, dándose cuenta que él fuego estaba entrando en la jaula y todos los ghinconianos se habían amontonado del lado contrario.

—¡Eirene!

Ella se detuvo con el llamado de NiK y se volvió, mirando que había quedando encerrado cuando algo grande parecido a una caja llena de roca había terminado sobre la puerta de jaula. Eirene se sintió dividida, pero terminó llendo hacia NiK.

—¿Estás bien?— fue lo primero que preguntó él mientras la miraba con la expresión llena de preocupación.

Eirene no contestó, ella sentía que algo caía por su sien, algo húmedo y caliente, supo que era sangre pero no le importaba. Ella intentó mover la caja, pero sus brazos parecían temblar sin una razón aparente. Eirene no podía concentrarse, los gritos de los ghinconianos la estaba volviendo loca. NiK se movió a dónde ella estaba intentando correr la caja y la tomó de la mano.

—Empujemos juntos—, le dijo cuando ella lo miró.

Eirene asintió y se acomodó mejor para empujar la caja con las piernas, su espalda contra la reja de la jaula. Ella gritó mientras usaba todas sus fuerzas. Con la ayuda de NiK pudieron moverla un poco, lo suficiente para hacer un espacio en la puerta y el comandante pasará.

NiK ni siquiera había sacado la mitad de su cuerpo cuando Eirene corría a la jaula de los ghinconianos que gritaban casi sin sentido.

—¡Tranquilos! — intentó calmarlos, pero nadie la escuchó.

Eirene miró las cadenas y candados y su mente quedó en blanco. Sus manos temblaban mientras intentaba que una idea surgiera. Su mirada volvía una y otra vez a las llamas y a los seres peludos que lloraban y gritaban. Mujeres en su mayoría y ella se sintió desesperar. Sin saber exactamente que estaba haciendo, tomó las cadenas y las tironeó.

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