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El día siguiente comenzó de una manera verdaderamente asquerosa

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El día siguiente comenzó de una manera verdaderamente asquerosa.

Saray caminaba con velocidad por mi celda mientras lloraba y le pegaba patadas a las cosas. Era lo que ocurría cuando te obligaban a casarte a pesar de que no quisieses. Era un verdadero sentimiento de impotencia y rabia.

—Encima, la puta Zulema coge y le dice a mis padres que soy bollera. ¿Sabes qué era lo peor que les podía pasar a mis padres? Qué les saliese una puta hija bollera —lloriqueaba la gitana mientras me agarraba la cara con sutileza y me miraba.— Mi madre no me quiere ni besar.

La miré de la forma más delicada que podía. No sabía que decir o hacer, no había nada en mi mano que pudiese cambiar las acciones que habían ocurrido.

—Ya verás que con el matrimonio a tu madre se le olvida. Además, da igual que seas bollera, negra, rubia, alta o lo que sea, lo que importa es esto, gitana —contesté mientras le indicaba el corazón con el dedo.— Lo físico no tiene comparación con el interior.

Saray se tiró a mis brazos apretándome con fuerza a su cuerpo.

—Joder, Lesath, ojalá mis padres pensasen igual, enserio.

—Sé que no me vas a escuchar porque ahora me odias pero me jode mucho que toquen mis cosas —habló Zulema desde la puerta de la celda.

Saray se giró rápido mientras aún me mantenía apretada contra ella.

—¿Sabes que me jode a mí? Qué se metan en mis asuntos familiares —contestó dejando un pico sobre mis labios dejándome desconcertada.

Toqué mis labios con mis dedos mientras miraba a Zulema que observaba a Saray con ansias de matarla —lo que expresaba su mirada—. Me quise alejar de la gitana para no interferir en su pelea más Saray no me dejaba alejarme de ella.

—Y-yo no quiero pelear, enserio. Os pediría que no me metieseis en vuestras peleas.

No quería ser el juguete de ellas dos en aquella ocasión. No quería dejar que me utilizasen a mí para enfadar más a la contraria.

—Tú te quedas aquí, egipcia —me susurró Saray mientras seguía observando a Zulema.

Y algo comenzó a crecer en mí, la ira, la ira de no querer ser utilizada, de querer estar tranquila. De si pido que me dejen, que lo hagan. No quería estar en el medio de aquella pelea y ser tratada de aquella manera.

—Mira, sois unas niñas chicas y una tiene ya cuarenta y la otra ronda los treinta así que no me jodáis. Tú, escorpión, lo has hecho mal, acéptalo, por mucho que quieras no puedes meterte en la vida de Saray, en sus decisiones o en su vida directamente. No puedes obligarla a hacer cosas que ella no quiere hacer —comencé a decir mientras ambas me miraban sorprendidas.— Y no, gitana, tú no te libras. También tienes que entender que mi mora se ha preocupado por ti y por eso ha reaccionado así, sé que no es excusa pero tienes que verlo de esa forma. No creo que Tita Zule lo haya hecho para joderte.

𝐏𝐔𝐑𝐎 𝐕𝐄𝐍𝐄𝐍𝐎; zulema zahirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora