Caída libre

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Mí día había comenzado con un examen, detestaba las clases virtuales. Mis amigos hacían que el colegio sea más llevadero. Pero ahora sin ellos me gobiernan las ganas de dormir.

Entro a la clase de química, llaman la lista, apago mi cámara y comienzo con mis quehaceres.

Estoy barriendo mientras "Set fire of the rain" de Adele...
Mí escoba es la mejor pareja de baile.
Y comienzo a pensar si en algún momento tendría alguien con quién disfrutar de esta música.

Unos golpes en mi portón interrumpen mis pensamientos.
Pero, ¿Quién podrá ser?
Me asomo un poco sin dejar ver mis piecitos. Y mi olfato reconoce ese perfume. Es Gael.

Él continúa tocando. Le subo el volumen a la clase lo más que puedo, apago la música y continúo barriendo.

Los golpes cesan y justo cuando estoy por tranquilizarme golpea con más fuerza. El sonido era insoportable. Así no se toca un portón.

- Dalila, ¡Abre la puta puerta!

- ¿Que quieres?- le grito.

- Quiero que me digas lo que me tenías que decir mañana.

- Te dije que te diría el martes, ¿y hoy que día es? ¡ES LUNES!

- Solo dímelo ahora no es necesario que esté Gaby.

- Si es necesario. Por favor vete. Los vecinos escucharán.

- Eres una estúpida, abre la maldita puerta de una vez.

- ¡Basta! ¡Vete de una vez!

- ¡Ábreme de una vez maldita puta!

Lloro de impotencia y me encierro en mi cuarto, el ruido cesa y respiró hondo. Me calmo y comienzo a limpiar mi habitación.

Y si bailamos, tan solo bailamos... Amo esta canción. Que paz.

La puerta se abre y es él.
Tengo miedo a verlo y él entra violentamente y me grita:

- ¡Habla de una maldita vez puta!

- No.- Mi voz suena tan bajita.

- Dime, que mierda querías hablar conmigo.

- Vete por favor.

- Habla maldita zorra, eres una pinche loca. Me tienes harto. ¿Quieres arruinar mi relación con Gaby, verdad? No lo lograrás yo la amo. Déjame en paz de una puta vez. Te odio maldita, te odio, no te quiero ver nunca en mi vida. Me emputas pinche fea de mierda.- Gritó y mis ojos no pudieron contener las lágrimas.

- Te dije que te diría el martes. Por favor vete.

El se acercó a mí, y tomó mi cuello con ambas manos y comenzó a presionarme. Me faltaba el aire, yo solo lloraba de miedo. Intentaba zafarme, pero mis intentos eran vanos.

- Te odio maldita zorra, deseo que te mueras. Eres una pinche loca.

- P...o...r......fa...vor

Él me soltó y me dio una cachetada.

- Te odio.- Me dijo.

Caí al suelo, con mis manos toqué mi rostro y mis cachetes estaban adoloridos.

El dolor era inmenso. Sólo quería salir.

- Ja, ja, ja, ja ¿Quieres huir? Tú te lo buscaste, no te dejaré ir hasta que me digas la verdad...

- Déjame en paz.

- Tú me hablaste imbécil.

Intenté arrastrarme hasta mi puerta. Pero el tiró de mi pelo y me lanzó hasta una de las esquinas, mi cabeza sangró, no podía levantarme.
Me puse de rodillas y rogué:

- Por favor, vete.

El salió, se mostraba molesto. Y por fin pude respirar.

Sólo lloré escondida bajo mi cama en el frío del suelo.

¿Qué opción tenía.?
Ninguna, era mí triste realidad.

Me dormí en el suelo frío, con la cara pegada al suelo adormecida, salí de allí con torpeza me eché en mí cama, mis ojos cedieron ante las lágrimas.

Y me dolían, me dolían al salir, pareciera que estuviese llorando espinas.

Jamás me había sentido así.

Ordené el desorden que llamo cuarto.
Acomodé mí escritorio y me dispuse a dibujar. Dibujaba cuando entraba en una crisis, el orden de las líneas, acompañada por mis trazos me daban un poco de estabilidad. Lo que más ahora necesitaba.

Estabilidad.

Eran casi las 15:00
Aún no había comido nada.
Tampoco tenía ganas.
Mí hermano llamó a mí puerta y me preguntó si estaba bien.

No respondí.

El solo siguió su camino.

Detestaba que la gente me viera llorar.

Escuché ruidos, alguien estaba tocando el portón.

Otra vez.

No, no...

Mi hermano abrió la puerta y lo dejó pasar. No, no, no, otra vez no.

- Hola Dalila.

- ¿Qué quieres?

- Pedirte perdón.

- ¿Por qué?

- Por lo que te hice.

- ¿Eso? No tienes que disculparte, a mí me encanta que me ahorquen y que me den cachetadas o que me golpeen.
Es más, gracias.

- Deja el sarcasmo por favor.

- ¿Te haría sentir menos culpable si dejara de hacerlo?

- Sí.

- Entonces no.

- Perdón.

- Vete.

- No me iré hasta que me digas lo que me tenías que decir.

- Está bien.

- Habla.

- Está bien, resulta que estaba hablando con Juan José y sin querer le dije que eras un tremendo tonto.

- Deja de decir estupideces.

- Okay, ahí voy.
Sin querer le dije que Gaby está contigo.

- ¿Y eso que tiene?

- Él me dijo que Gaby y él seguían juntos.

- Gaby me dijo que no, que ellos habían terminado.

- Pues resulta que aparte de ingenua es una mentirosa.

- Deja de hablar así, yo la amo.

- ¿La amas? ¿Y sientes que no has conocido a nadie como ella? ¿Sientes que no existe nadie como ella?

- Ella es la idónea.

- Wooow, que hipócrita. Le has dicho eso, a todas con las que has estado.

- Está vez estoy seguro.

- Ajá.

- Ahora vuelvo, iré a hablar con Gaby.

- No vuelvas por favor.

- Adiós.

Me siento en paz.

Paz, paz, mi mente repite una y otra vez.

Hasta fin de añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora