Mi dia de suerte

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Ya por la tarde le pedí a Hilda que me diera lo que no se había consumido, camine hacia la reja y les di a los niños un poco de comida, cuando de repente escuche una voz.
- ¿no les basta encerrarlos? ¡Ahora los quieren envenenar!

Mire hacia arriba pues estaba arrodillada y fue cuando lo vi, me quede pasmada, no sabía ni que decir.
- ¿y usted quien es? ¿Quien le da el derecho de hablarme así?
- mi nombre es Amiel y por lo que veo usted no es diferente a los verdugos de acá adentro.
- no se atreva a compararme.
- y entonces ¿que es usted eh? Le recuerdo que ya tuvimos un Mesías hace mucho tiempo y murió por nosotros ¿estaría usted dispuesta a morir también?
- le ruego me trate con respeto Amiel
- digamos que medio me convenció ¿cuál es su nombre?
- mi nombre es Agnes
- Agnes eh, es un hermoso nombre
- ¿qué edad tienes Agnes?
- tengo 25 ¿y tu?
- tengo 30
- ¿qué hacías antes de estar ahí encerrado?
- era escritor ¿y tu a que te dedicas?
- prefiero no hablar de ello
- esta bien lo respeto
- pues bueno Amiel fue un gusto conocerte,me tengo que ir.
- esta bien, nos vemos después señorita Agnes, eso sí mañana no me toca mi día de morir.
- no diga eso joven
- me presta su mano, por la reja verdad.
- ¿mi mano? Esta bien..

Beso mi mano a través de esa reja fría y oxidada el óxido quedo marcado en mi piel,cuando quise sacar mi mano de la reja me hice un pequeño rasguño.
Me fui de regreso caminando a casa, llegué pero en ningún momento deje de pensar en el, de verdad se había portado algo cálido conmigo no del todo pero sí algo, llegué por la puerta de patio y comencé a mecerme en un columpio que había en el árbol, el viento besaba mi cara de una manera tan sublime, que cerré mis ojos e imagine que estaba en otro lugar donde no había guerras, ni muertos, ni nazis, ni nada, se escucho el sonido de un carro, era el de Claudius , es más ya hasta el compensaba a desaparecer para mi, lástima que ese sonido lo regreso a mi vida y a mi realidad, llego y abrió la puerta pregunto por mi a Hilda y ella le respondió que me encontraba en el jardín. se escucho la puesta trasera abrirse y se aproximó a mi.

- ¿qué haces aquí afuera?
- tomo airé que más
- ¿Tomás airé eh?¿a quién le pediste permiso?
- lo siento es que no estabas y no podía esperar a que llegarás.
- ¿no podías esperar? Ajajaja no cabe duda sigues siendo la misma muerta de hambre que eras hace un par de años.
- ..............
- pero bueno te aviso que me voy a ausentar unos días, pasare más tiempo en el campo y sólo vengó por algo de ropa
- si esta bien
- ahora iremos a cazar a esos "bastardos"
- no te pedí explicaciones Claudius, entiendo que ese es tu trabajo.

Amor y holocausto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora