Capítulo 9

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Era lunes por el medio día cuándo Minho se encontraba caminando en dirección a la cafetería. Había decidido ir sin su moto el día de hoy, así podía usar esos minutos al aire libre para despejar su mente que habia sido un caos durante ese fin de semana.
El viernes en la noche le había pedido a Sana que por favor le diera el sábado libre debido a que había surgido un inconveniente, la pelirroja no se negó pero le dijo que el lunes llegara temprano para poder ayudarla, así que ahí se encontraba en camino.
¿Acaso estaba huyendo y esa solo habia sido una tonta excusa? Claro que sí, Minho se consideraba a si mismo un cobarde cuando de sentimientos se trataba y más ahora que seguía sin comprenderse a sí mismo y lo que habia sucedido el viernes en casa de los Han.

Al entrar encontró a Sana acomodando algunos pasteles recién hechos en la vitrina al lado de la barra. Se acercó a saludar pero se sorprendió cuando lo primero que recibió fue un golpe en el hombro.

—¡Auch! ¿Por qué fue eso?—se quejó.

—¿Adivina quién vino a buscarte el sábado?—la sonrisa cínica de la mayor lo intimido, él sabia cuál era la respuesta.—Exactamente es quien crees. Al principio me sorprendí al verlo por aquí, ambos sabemos que no suele venir fines de semana.

Minho se sentía regañado.

—Pero entonces lo noté decaído y quise preguntarle si algo lo molestaba, mas no me contestó, lo único que me dijo fue que quería hablar contigo.—se cruzó de brazos suspirando dramáticamente—Yo le dije que no habías podido venir por ciertos problemas personales así que le pregunte si quería comunicarte algo urgente y antes de irse solo me dijo "No, está bien, creo que está evitandome."

Volvió a golpearlo nuevamente ahora con uno de los manteles que llevaba en el mandil.

—¡Basta!—la tomó de las muñecas y le quito el mantel.

—Sé muy bien que no es mi asunto, pero ¿Se puede saber que sucedió entre ambos y por qué él lucia tan destrozado?—había una combinación de molestia y preocupación en su tono de voz.

La pelirroja hasta ahora no podia olvidar la mirada apagada del menor, tenía unas ligeras ojeras por lo que parecía no haber dormido bien.
Minho no sabía si debía decirle, probablemente se arriesgaba a que la mayor volviera a golpearlo pero esta vez con la cafetera que estaba a un costado. Aún así necesitaba alguna opinión y ahora mismo se encontraba desesperado.

—Él confesó sus sentimientos hacia mi y yo lo besé.

La mirada de la joven parecía imperturbable, como si ya se esperaba aquello. Estaba analizando incluso cada respiración.

—Perdóname que te lo diga pero no le veo el problema ¿Me explicas mejor?

Pudiste haber actuado sorprendida aunque sea. Pensó Minho.

—Yo lo besé, luego lo alejé y me fui corriendo de su casa.

Los ojos de la pelirroja se abrieron por completo y fue Minho, quien al ver su expresión, le extendió el mantel con el cuál volvió a golpearlo unas cinco veces más hasta que se obligó a si misma a mantener la calma.

—Eres un tonto—dejó el mantel encima de la barra.—Pero aún así puedo comprenderte.

—Lo lamento, no debí dejar que eso pasara, debí rechazarlo pero fui impulsivo por el ambiente.

La expresión en el rostro de la mayor ahora era totalmente confundida hacia lo que estaba escuchando.

—¿Ibas a rechazarlo? ¿Me estas diciendo que fue un impulso por el momento?—no podía creerlo.

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