III. Rascarse la picazón

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Cenar con sus suegros era una de las cosas más tortuosas de sobrellevar, así que cada que le era posible lo evitaba a toda costa. Había una sensación incómoda siempre que pasaba tiempo con ellos y es que desde que los conocía, había sentido que el matrimonio de los Min de alguna u otra forma trataba de imitar el estilo de vida de sus padres.

A Jungkook le daban escalofríos de vez en cuando gracias a esto, pues parecía casi un mal chiste; el color de las paredes, el color de sus alfombras, los mismos adornos minimalistas que tanto le gustaban a su madre, las fotos familiares en la pared de las escaleras, el participar en las donaciones mensuales a la caridad, el que asistieran a la misma iglesia... Incluso llegó a ver a su suegro usar los mismos trajes que su padre compraba. Todo era una ridícula calca mal elaborada, todo era un mal intento de ser como los Jeon, incluso la educación que intentaban darle a sus hijos.

La madre de Jungkook solía decir que habían fallado totalmente en la forma que habían educado a Yoongi, sin embargo lo que ella no parecía percibir, era que el chico era una persona y simplemente no estaba de acuerdo con tantas imposiciones.

Jungkook sin embargo, tenía un espíritu débil y eso para sus padres significaba que estaban haciendo las cosas bien.

Cuando Yangmi abrió la puerta de su casa, el ya familiar olor de la salsa de frijoles negros de su suegra invadió por completo las fosas nasales del chico comprometido y gracias a eso, supo con antelación que la cena sería muy larga. Su suegra preparaba lo mismo cada vez que se tocaban temas serios en la mesa, era delicioso y eso hacía que la conversación fuese un poco más llevadera.

Siempre se reunían a cenar ambas familias para hablar sobre la fusión de ambos despachos, donde sin falta hacían partícipe a Jungkook, o cuando al finalizar cada semestre ambas familias cenaban juntas para alardear de los logros de los hijos que eran perfectos sin esfuerzo, también en los cumpleaños y algunas navidades; Jungkook siempre usaba sus mejores coartadas para evitar estar presente, pero sabía que la cena de hoy podría ser un poco más incómoda que las que solían hacer, así que se dio la vuelta hacía la calle nuevamente, respiró muy profundo y exhaló todo el aire por la boca.

Mientras entraba y saludaba amablemente a su suegro y escuchaba a la señora que gritaba desde la cocina que en un momento los alcanzaría a todos, pensaba que una vez estuviesen casados, le propondría a Yangmi irse a vivir hasta el otro extremo de la ciudad; no soportaría estar oliendo el mismo guisado cada fin de semana acompañado de un interminable interrogatorio sobre su futura vida paterna.

Tan sólo el imaginarlo le hacía tener escalofríos.

Después de un último escalofrío, siguió a su suegro hasta la cava que tenían en una pared al lado del comedor para elegir el vino. Jungkook sabía que elegiría el mismo de siempre, que no era para nada bueno pero por alguna razón era de los más caros que conocía. A los Min les gustaba demasiado despilfarrar dinero no en cosas buenas, sino en cosas caras.

Internamente también esperaba que el señor de la casa no percibiera en él el olor de las cervezas de hace unas horas, quería evitar el innecesario sermón.

—Me alegra que por fin hayas dado el paso, hijo... —comenzó el señor Min, palmeando su hombro con la mano que tenía libre, con la otra sostenía la botella de vino.

Jungkook estaba consciente de que su matrimonio no sólo lo habían estado esperando sus padres, sino también los de Yangmi. Siempre tuvo la ligera sospecha de que quien había iniciado toda esa idea de volver a sus hijos una pareja, había sido el señor Min luego de que su hijo mayor se fuera; sin un primogénito que heredara su despacho, tenía que mover sus hilos rápido y su hija fue la pieza que encajó perfectamente en su jugada.

Sexual Fantasy (Jikook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora