14 de julio de 1789
La mañana traicionera arrojó luz sobre sus cuerpos. La ropa de Eugène yacía abandonada en el respaldar de una silla, secándose frente al hogar. Su amigo le abrazaba desde atrás en una postura en la que ambos encajaban a la perfección. Tenían los dedos entrelazados y Eugène aún permanecía embriagado en ese estado onírico, sin ser consciente del mundo exterior.
—Buenos días —susurró Samir, seductor. El aliento en su nuca hizo que a Eugène se le erizara el vello. El sueño se difuminó poco a poco, transportándolo a los brazos de su amigo—. ¿Cómo te encuentras?
Lo cierto era que estaba a gusto. Nunca había dormido sobre un colchón como ese y, aunque había compartido lecho con Samir, jamás lo había hecho envuelto entre sus brazos ni con el aroma amaderado que desprendía.
—Creo que podré acostumbrarme a esto —bostezó—, aunque quiero la revancha. —Estiró el brazo alrededor de su cuello y lo besó con parsimonia.
—Como desees, Eugène.
Su amigo viró sobre él hasta posicionarse frente a frente. Le acarició el cabello, su tacto era tan electrizante... Fue entonces cuando Eugène, al fin, dejó que sus párpados se separasen y le miró a los ojos.
Eran verdes.
Y no solo eso. Su cabello había perdido oscuridad e incluso su piel parecía un poco más clara. Parpadeó varias veces para cerciorarse de que no era un fruto de su imaginación.
¿Qué magia era esa? Aquel que tenía delante no era Samir, estaba convencido de ello. Un demonio, un demonio que estaba jugando con él, que le había robado el cuerpo a su amigo y que ahora lo hacía con sus sentimientos, obligándolo a ver a Nicolás en él. Ya no sabía lo que sentía ni por quién lo sentía. Su mente iba a estallar en cualquier momento, ¡no había lógica ni sentido en todo aquello! Aquel ente que tenía frente a él había mancillado una amistad pura y un amor naciente. Se lo había arrebatado todo, incluso su cuerpo.
—¿¡Quién eres!? —exclamó aterrado—. ¿Por qué me has hecho esto?
Sin darse cuenta, había empezado a hiperventilar y su corazón se aceleraba de forma dolorosa. Samir se envolvió en la sábana y se levantó también.
—¿Qué te sucede? ¿Estás bien? —preguntó confuso y preocupado. Intentó abrazarlo, pero Eugène lo empujó hacia atrás.
—¡No me toques! —Las lágrimas le abrasaban la tez mientras se vestía con torpeza—. ¿Qué has hecho con ellos? No eres Samir, ni Nicolás. ¿Este es mi castigo?
—Nicolás —murmuró el ser para sí, como si pensara en voz alta.
Eugène necesitaba aire, alejarse y digerir lo sucedido. ¿Se estaría volviendo loco? Al ponerse la chaqueta, el abrecartas de su señor cayó al suelo. Hubo un punto muerto. Lo recogió y lo observó con determinación. Entonces, Samir puso una mano sobre él, a modo de consuelo.
ESTÁS LEYENDO
Sueños de Rebelión (Terminada)
Ficción históricaFrancia 1789: la semilla de la Revolución crece sin control alguno. Eugène, un joven optimista y soñador que vive en la pobreza absoluta, escucha las ideas llenas de cambio y sueños de Igualdad, Fraternidad y Libertad. Palabras que le harán dar el...