En este mundo se supone que debes encontrar a tu destino por su aroma. Ese olor en particular que despertará todo lo que nunca has sentido y tendrá en mismo efecto en la persona predilecta.
Cuando Thor conoció a Bruce ese sentimiento se volvió realidad. Bruce era su alfa destinado, aquel que le amaría por el resto de su vida.
Pero fácilmente se acabo el encanto de la primera impresión.
Dijamos que... no siempre olía así. Algunos días olía de manera desagradable, agresiva y revuelta en feromonas.
Algunos días gritaba lloraba pidiendo que por favor lo dejaran salir de esa habitación.
En otros decía que un mounstruo verde y enorme lo acechaba.
Y luego estaban los días más tristes. Esos en los que Bruce decidía que no era una buena idea vivir y golpeaba su cabeza contra la pared esponjada hasta hacerce un moretón.
—Eres tú. Finalmente, tú de nuevo. —dijo el omega mientras olisqueaba al alfa frente a él. Tenía una mirada magullada y ojos hundidos. No durmió toda la noche.
—No es como si no me vieras cada día. Vivo aquí. —contestó el alfa que se moría por tomar la mejilla del rubio omega.
—No es lo mismo. —refutó el doctor mientras suspiraba.
Dios, realmente estaba tratando de ayudar a su alfa. Quien diría que porque papi golpeaba a mami, una joven versión de Bruce crearía otra personalidad. Una que solo termino por nacer el día en el que papi lo lastimó. Esa misma personalidad, esa que llamba "hulk" y parecía un cavernicola. Esa que le arrancó los ojos a papi cuando tuvo quince.
Esa que no dejaba a su alfa ser feliz.
—Algún día encontraré el modo de sacarte de aquí alfa. —lo dijo con añoranza de poder cumplir su promesa. Una leve caricia a su cabello y una última vista dio antes de salir de la sala.
Porque en el mundo real no existen monstruos de dos metros que puedes derribar edificios. No, solo están los descosidos.
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