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—¿Sabes? No es tan malo cuando todo se va a la mierda de manera repentina, cuando las cosas solo explotan y ya. El verdadero problema está en cuando las cosas se van empeorando de a poco; no te das cuenta cuando todo comienza a cambiar, y un día despiertas y descubres que las cosas están en un punto en el que ya no tienen arreglo.

Tony extendió la mano, buscando la taza de café que había llevado a su taller esa mañana. La bebida estaba helada, sin embargo el sabor amargo siempre lo ayudaba a poner algo de orden en su mente. Bruce lo miraba desde el otro lado de la habitación, había despegado la vista de su propia investigación para prestar atención a lo que estaba diciendo su amigo. No necesitaba ser un genio para saber a lo que se refería con todo eso, pues desde que Steve se había marchado todos eran conscientes de lo mal que lo estaba pasando.

—Aunque claro— Continuó mientras dejaba la taza de lado y volvía a analizar las mejoras que planeaba para su traje. —Yo lo noté en Siberia.

Bruce suspiró, no quería sonar rudo, pero francamente todos en la torre lo habían notado antes. No es como si los gritos de sus peleas pudieran mantenerse en la habitación en la que se encerraban por horas a discutir incluso las cosas más tontas. Incluso había escuchado a Peter decir un par de veces que no entendía por qué permanecían juntos.

—Mientras sigas vivo, nunca es demasiado tarde para enmendar lo que está mal.

Tony bufó, y Bruce deseó poder encontrar las palabras adecuadas para hacer saber a su amigo que ahora que Steve no estaba ahí las cosas sólo podían mejorar.

—Lo extraño.

Apenas fue un susurro, un momento de debilidad expresada verbalmente, más allá de las acciones que volvían obvio para todos lo mal que lo estaba pasando. El amor te cambia, había mencionado Peter como al descuido un par de días atrás mientras él, Peper y Bruce hablaban sobre lo que ya parecía ser un auténtico problema en el comportamiento de Tony; pero no, el amor no te cambia, uno decide cambiar por las personas que se idealizan y a esa imagen imprecisa que se ama. El hecho de que Tony abandonara su pantalla de hombre rudo, que transforma su dolor en horas de trabajo incansable en volver perfecto lo que se acerca a serlo, era señal inconfundible de lo que había llegado a cambiar por moldearse a Steven durante su relación.

Fue un susurro, una confesión hecha solo a quien consideraba un verdadero amigo, alguien que lo entendería. Fue suficiente para hacer que Bruce abandonara lo que estaba haciendo y caminara hasta estar de frente a su amigo. Tony mantenía la vista pegada en algo que ya había perdido su atención; su mente estaba en quien sabe dónde, persiguiendo el recuerdo de ojos azules y cabello rubio que había aprendido a llamar hogar. Bruce buscó su atención, con las garras del enojo arañando su tan necesaria calma. Normalmente un tema así lo le provocaría lo que sentía, sin embargo ver a su amigo tan derrotado y dispuesto a, a su manera, dejar todo al abandono removía cosas en su interior.

—¿Qué extrañas, Tony? Porque lo que yo recuerdo del final de tu relación con Steve no es algo que parezca agradable, y por lo que Natasha llegó a contarme, todo empeoró con el registro de superhumanos.



Motas de polvo flotaban frente a los rayos de luz que se colaban por la persiana, apenas bañando la habitación con un poco de claridad mientras moría la tarde. Dentro, la luz natural comenzaba a ser insuficiente, pero la discusión no había dado un momento de tregua para encender las luces. Grandes sombras se alargaban por la habitación volviendo aún más afiladas las palabras que se gritaban desde un lado al otro de la habitación.

Lo que había comenzado como una charla que intentaba ser pacífica al comienzo de la tarde, había ido escalando en magnitud y volumen conforme el sol avanzaba. Ahora los gritos inundaban la habitación con tal ferocidad que amenazaban convertirse en maremoto.

—¡¿CÓMO ENTENDERÁS QUE ESO SOLO NOS VA A LIMITAR?!

—¿CÓMO VAS A ENTENDER TÚ QUE SOLO ASÍ VAMOS A ESTAR BAJO CONTROL, STEVE?

Ambos hombres se miraron, guardando silencio por fin después de horas de gritarse sin llegar a resolver nada.

—Me largo—Dijo Tony tomando su saco de donde lo había lanzado sobre la cama mientras discutían.

Cuando pasó junto a Steve para salir de su habitación este lo tomó de un brazo con fuerza. Había quedado muy lejos el tiempo en el que era apenas necesario hacer el intento de liberarse de su agarre para que este lo dejara en paz. Ahora no importaba lo que hiciera, Steve hacía uso de la superfuerza que el suero le había dado para mantenerlo en donde estaba, sin permitirle dejar que las aguas se calmaran tras sus constantes peleas.

—¿A dónde irás?

—No te importa— Respondió el castaño tratando de soltar su brazo del fuerte agarre de su pareja.

En realidad no pensaba ir a ningún lugar más lejano que su taller, pero era algo que no pensaba decirle al rubio, le gustaba la idea de simplemente dejarlo ahí, formando cualquier escenario en su mente. Para él, la forma más fácil de lograr que Steve cediera era el silencio. Podía pasar días sin cruzar palabras, sin siquiera compartir un espacio. No era hasta que Steve apareciera dispuesto a ceder o comenzar una nueva discusión que volvían a cruzar palabra.

—No vas a ir a ningún lugar si no sé exactamente donde y con quién piensas estar.

En la mente de Steve solo existía una posibilidad, y esa era que Tony estuviera con alguien, una desconocida sin rostro y de cuerpo espectacular. Conocía muy bien el pasado de su pareja, y le era muy difícil imaginar una situación en la que el hombre quisiera simplemente estar solo; Tony era suyo, y no pensaba simplemente permitir que se marchara a estar con alguien que no fuera él.

—Suéltame, Steve.

Esta no era la primera vez que reaccionaba de esa manera. Puede que Steve se presentara como un hombre muy correcto, pero la verdad es que más allá de su actitud como el correcto Capitán América, solía tener alguno arrebatos como ese.

—¿A dónde irás?

—Suéltame

—¿A DÓNDE IRÁS?

—¡SUELTAME!

Steve soltó su brazo solo para dar un puñetazo al muro. De nuevo se hizo el silencio mientras una nube de polvo se difuminaba en el ambiente para permitir ver el agujero que el golpe había provocado en el muro.

—Eres un imbécil.

Tony salió de la habitación hecho una furia, dispuesto a quedarse bien lejos de Steve. Estaba tan furioso que apenas prestó atención al punzante dolor en su muñeca.


—Teníamos altibajos.

—Te fracturó la muñeca.

Tony solo suspiró. Había muchas cosas en esa relación que habían estado mal, pero aún así dolía que se terminara. Que él simplemente se hubiera marchado dejándolo atrás. Dolía pensar en que todas las promesas que se habían hecho en el tiempo juntos. Dolía pensar en todo lo que había cambiado al estar con Steve. Dolía perderse. Dolía entregar el corazón.

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