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Kayra sabía que no debía, o al menos eso le habían dicho. Pero, ¿por qué estaría mal realmente? No afectaría a nadie más que a ella. No tenía sentido la prohibición de algo inocente. Tomó valor e hizo lo que su corazón llamaba. Cruzó al lado de los humanos.

Era muy distinto a su hogar. Todo era gris, sin felicidad. Su alta vibración resaltaba entre todas las energías muertas. No pasaba desapercibida, y eso era algo de temer ahí, por lo que decidió irse al bosque. Los humanos odian todo lo que es diferente, por eso su mundo es blanco y negro.

El bosque era el único lugar donde se sintió segura. Esperaba algún día poder salir de ahí y mostrarse al mundo. Pero por mientras, se mantendría donde solo la gente de buen corazón va. Cómo ese chico, Kaspen, que se encontró en el camino.

Kayra se escondió, asustada de lo que podría pensar al verla, pero él no parecía tener intención de hacerle daño.

— Hola. — saludó el humano — Sal a la luz. Te veo de todos modos.

No era una orden. Era una petición honesta. Por eso, Kayra cumplió.

— ¿Quién eres? Nunca te había visto.

— Soy una ninfa.

— Quiero saber quien eres. No qué eres.

— Soy Kayra.

— Un gusto conocerte, Kayra. Soy Kaspen.

Sin saberlo, ese día comenzaba una amistad. Una que terminaría haciendo al mundo arder en furia.

Última Llama de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora