No se podían olvidar, pero tampoco se podían ver. O al menos eso le intentaba hacer creer a Kaspen.
Él volvió al bosque. Volvió a llorar hasta dormir, entregando su corazón. Ella lo tomó, sin dejarle saber. Se acostaba a su lado y lo cuidaba en sus pesadillas.
Pero cuando el despertaba seguían ahí. Estaba solo en ese bosque que hace rato se había vuelto gris.
Kayra no sabia que hacer. Le dolía. Le dolía verlo. No por su propia soledad, sino por el daño que le ocasionaba ver a quien más amaba sufriendo así.
Su piel manchada de oscuridad le recordaba el mal que hacía. No se podía acercar. No se podía permitir ese lujo. Debía aguantar sus sentimientos. Pero Kaspen estaba decidido a sacarlos a la luz. Aún si debía hacerlo por los dos.
Estaba cansado. No daba más de luchar con sus propias emociones, cada vez que ella aparecía en su mente. Sus memorias atormentándolo, día y noche. Si no iba a estar con ella, ¿Por qué estaba luchando? ¿Por quién estaba siendo fuerte? Simplemente no podía más.