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(Chifuyu)

25 de diciembre

Este año, decidí hacerme un regalo de Navidad. Decidí pasar el día hablando solamente con animales (reales y de peluche) y con los seres humanos necesarios mientras no se tratara de mis padres, Mitsuya, o cierto gruñón a través de una libreta Moleskine roja... si es que me la devolvía.

Cuando fui lo bastante mayor como para leer y escribir, mis padres me regalaron una pizarra blanca que siempre guardaba en mi habitación. La idea era que cuando yo, Chifuyu, me sintiera frustrado, escribiera palabras para expresar mis sentimientos en lugar de permitir que el diablesco chillón los expresara a gritos. Se suponía que se trataba de una herramienta terapéutica. 

La mañana de Navidad, saqué la pizarra de su retiro, para utilizarla en el video chat que iba a realizar con mis padres. Casi no los reconocí en la pantalla del ordenador. Los muy traidores se veían de lo más saludables, bronceados y relajados. Nada navideños.

—¡Feliz Navidad, Fuyu querido! —exclamó mamá. Estaba sentada en el balcón de su cabaña o lo que fuera y yo podía ver las olas del mar rompiendo detrás de ella. Parecía diez años más joven que cuando abandonó Manhattan, hacía una semana. 

La cara resplandeciente de mi padre apareció en la pantalla junto a ella, tapándome las vistas del océano.

—¡Feliz Navidad, Fuyu! —dijo. 

Yo escribí en la pizarra y la sostuve frente a la pantalla para que la leyeran:

Feliz navidad para ustedes también.

Mamá y papá fruncieron el ceño al ver la pizarra.

—Ay, ay, ay —comentó mamá. 

—Ay, ay, ay —repitió papá—. ¿Acaso Fuyis se siente algo inquieto hoy? ¿A pesar de que te avisamos de nuestro viaje de aniversario las Navidades pasadas y tú nos aseguraste que te parecía bien pasar esta única Navidad sin nosotros?

Borré mi última afirmación y la reemplace por:

Mitsuya me ha contado lo del trabajo en el internado.

Sus rostros se alteraron por completo.

—¡Llama a Mitsuya! —ordenó mamá. 

Escribí:

Está en la cama, enfermo. Y justo ahora está durmiendo.

—¿Tiene fiebre? —preguntó papá.

38.3

El rostro fastidiado de mamá se tiñó de preocupación. 

—Pobrecito. Y el día de Navidad. Menos mal que acordamos no abrir los regalos hasta que volviéramos a casa el día de Año Nuevo. No sería nada divertido con él en la cama, ¿verdad?

¿Se mudarán a Fiyi?, pregunté mientras sacudía la cabeza.

—No hemos decidido nada —respondió papá—. Lo hablaremos en familia cuando regresemos.

Con rapidez borré la pizarra y volví a garabatear. 

Me MOLESTA que no me lo hayan contado.

—Lo siento, Fuyis. No queríamos disgustarte antes de que hubiera una razón de verdad para disgustarse. 

¿DEBERÍA ESTAR DISGUSTADO?

Se me empezó a cansar la mano de tanto borrar y escribir. Casi deseé que mi voz no fuera tan obstinada. 

—Es Navidad —intervino papá—. Por supuesto que no deberías estar disgustado. Tomaremos esta decisión en familia...

𝐭𝐡𝐞 𝐧𝐨𝐭𝐞𝐛𝐨𝐨𝐤 ♡ (𝖻𝖺𝗃𝗂𝖿𝗎𝗒𝗎)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora