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(Chifuyu)

30 de diciembre

Las noticias del mundo viajan rápido y lejos. Incluso hasta Fiyi.

Ellos no lo sabían pero yo silenciaba de cuando en cuando los altavoces de mi ordenador mientras mis padres conspiraban en contra mía desde el otro lado de la pantalla. De vez en cuando los encendía de nuevo para escuchar fragmentos de su sermón:

—¿Cómo vamos a confiar en que puedas cuidarte solo si...?

Silencio. 

Sus manos se agitaban de forma enloquecida desde el otro lado del mundo mientras las mías se concentraban en lo que estaba tejiendo. 

—¿Quién es el tal Baji? ¿Acaso el abuelo sabe quién...?

Silencio. 

Mis padres hacían las maletas con furia mientras le gritaban al ordenador.

—¡Llegamos tarde a nuestro vuelo! Tendremos suerte si lo alcanzamos. ¿Sabes cuántas llamadas hemos...? 

Silencio.

Papá le gritaba a su móvil porque sonaba otra vez y mamá miró directamente a la pantalla. 

—¿Dónde ha estado Mitsuya todo este tiempo que...?

Silencio. 

Continué con mi más novedosa creación: un jersey para Boris de rayas finas, que parecía un uniforme carcelario. Levanté la cabeza y vi a mi madre sacudiendo el dedo índice en mi dirección.  

Activar sonido. 

—¡Y te diré otra cosa, Chifuyu! —Mamá acercó la cara todo lo que pudo a la pantalla del ordenador. Nunca me había dado cuenta pero tenía un cutis excelente, lo cual solo podía ser una buena señal para mi propio proceso de envejecimiento. 

—¿Sí, mamá? —pregunté mientras mi padre se sentaba detrás de ella en la cama del hotel y agitaba los brazos otra vez, explicándole la situación otra vez a alguien que lo había llamado al móvil de nuevo. 

—Fue una atrapada magnífica, cariño.

⋆ ˚。⋆୨୧˚

El abuelo conducía a través de Delaware (según él, la capital de los peajes del mundo de las autopistas) cuando el Sr. Borscht lo llamó para contarle lo de los titulares, y luego recibió las llamadas de los escandalizados Sres. Curry y Cannoli. Casi le dio un infarto mientras conducía. A continuación, se detuvo en un McDonald's para comerse un Big Mac y calmarse un poco. Después llamó a Mitsuya y le gritó por haber permitido que me convirtiera en un presidiario y una celebridad internacional en las pocas horas en las que había estado a su cargo mientras el abuelo regresaba a Florida. Finalmente, el abuelo dio la vuelta y regresó a Manhattan, y llegó a casa justo cuando Mitsuya y la Sra. Basil E. me traían de vuelta de la comisaría. 

—¡Estás castigado hasta que tus padres lleguen y se encarguen de este lío! —vociferó. Luego señaló al pequeño e indefenso Boris—. ¡Y mantén a ese perro del demonio alejado de mi gato! —Boris ladró con fuerza y pareció dispuesto a derribar al abuelo. 

—¡Siéntate, Boris! —le ordené. 

El perro se dejó caer en el suelo, colocó su cabeza sobre mis pies y gruñó por lo bajo en dirección al abuelo. 

—Creo que Boris y yo no estamos de acuerdo con el castigo —le dije al abuelo.

—¡Tonterías, Arthur! —intervino la Sra. Basil E.—. Chifuyu no hizo nada malo, fue todo un gran malentendido. ¡Salvó a un bebé! No es como si hubiera robado un coche e ido a dar una vuelta. 

𝐭𝐡𝐞 𝐧𝐨𝐭𝐞𝐛𝐨𝐨𝐤 ♡ (𝖻𝖺𝗃𝗂𝖿𝗎𝗒𝗎)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora