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(Baji)

26 de diciembre

Unos golpes en la puerta me despertaron a las ocho de la mañana. Caminé a tientas por el pasillo, miré por la mirilla con los ojos entornados y vi a Pah-chin y a Peh-yan observándome, con los sombreros torcidos. 

—Hola, amigos —dije después de abrir la puerta—. ¿No es un poquito temprano para ustedes?

—¡Todavía no nos hemos ido a dormir! —exclamó Pah-chin—. Estamos despiertos gracias a los Red Bull y a la Coca-Cola Light... no sé si me entiendes.

—¿Podemos acostarnos aquí? —preguntó Peh-yan—. Me refiero a dentro de poco. En dos minutos.

—¿Cómo podría decirles que no? ¿Qué tal el espectáculo? —inquirí. 

—Tendrías que haberte quedado —comentó Pah-chin—. Rabino Tonto estuvo genial. No serán Un Puñado de Idiotas, pero suenan dieciocho veces mejor que Ozrael. Y déjame decirte algo, tu chico lo bailó todo, hombre. 

—¿En serio? —pregunté con una sonrisa. 

—¡Fue genial! 

—No, fue más que eso —intervino Peh-yan meneando la cabeza—. Fue alucinante. 

Pah-chin le dio un golpe a Peh-yan en el hombro con lo que pareció ser una bota. 

—¡Idiota, estaba hablando yo! —gritó Pah-chin. 

—Me parece que alguien no va a romper la copa esta noche —masculló Peh-yan. 

—¡Chicos! —intervine—. ¿Me han traído algo?

—Sí —respondió Pah-chin levantando la bota—. Esto. 

—¿Qué es? —pregunté.

—¿Qué es? —repitió Pah-chin con mirada inexpresiva—. Bueno, déjame ver...

—No había ningún cuaderno —explicó Peh-yan—. En realidad, se lo enseñó a Pah, pero luego salió corriendo con él y perdió la bota por el camino. No me preguntes cómo, creo que un pie saliéndose de una bota desafía las leyes de la física. Puede que quisiera dejártela. 

—¡Cenicienta! —gritó Pah-chin—. ¡Suéltate el pelo! 

—Sí —prosiguió Peh-yan—. Creo que es hora de ir a dormir. ¿Te importa que nos quedemos?

—Pueden usar el dormitorio de mi madre —respondí y luego tomé la bota de la mano de Pah-chin y miré el interior.

—No hay ningún cuaderno —señaló Peh-yan—. Yo también lo pensé. Hasta busqué por el suelo, lo cual no fue una experiencia placentera. Puedo afirmar con toda sinceridad que, si el cuaderno se hubiera caído, no habría llegado muy lejos... se habría quedado pegado en el lugar donde aterrizó. 

Puaj. Lo siento. Digo, gracias. —Los conduje hasta la habitación de mi madre. Me pareció que no era del todo correcto prestarles su cama, pero también era la cama de Giovanni, y me encantó la idea de mencionarle de forma casual que dos judíos no ortodoxos, gais y borrachos habían acampado ahí mientras él no estaba. Quité el edredón mientras Peh-yan sujetaba a Pah-chin; la sola visión de un lugar donde dormir había drenado todo el Red Bull de sus venas. 

—¿A qué hora quieren que los despierte? —pregunté.

—¿Irás a la fiesta de Draken esta noche? —dijo Peh-yan. 

Asentí. 

—Bueno, despiértanos un ratito antes. 

Peh-yan se quitó el sombrero con delicadeza y luego se lo quitó a Pah-chin. Les di las buenas noches, aun cuando la mañana acababa de comenzar.

𝐭𝐡𝐞 𝐧𝐨𝐭𝐞𝐛𝐨𝐨𝐤 ♡ (𝖻𝖺𝗃𝗂𝖿𝗎𝗒𝗎)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora