Ann:
Bajo del avión con todo el cuerpo entumecido.
Han sido siete horas de viaje y en todas esas horas, no me he levantado ninguna sola vez.
Ruedo los hombros mientras piso por segunda vez en este año otro comando de la OMI. El aire frío y húmedo se siente en el lugar, aún faltan horas para que el sol aparezca, así que agradezco que el traje sea prácticamente impermeable ante todo.
Camino por la pista, observando el gran alboroto en todas partes. Soldados franceses preparando los vehículos que utilizaremos, soldados empacando armas y subiéndolas a los vehículos, gente bajando de los aviones...
Soldados evitando cruzarse con un General muy malhumorado que se encuentra gritando órdenes.
Sonrío para mis adentros al verlo tan irritado como siempre. Detengo los pasos, lista para ir por otra parte y no toparme con él, pero que sus ojos caigan sobre mí de la nada, me hace desaparecer la sonrisa interna que mantenía.
Asiente una vez, pidiendo que me acerque.
Finjo que no lo veo y empiezo a caminar en dirección contraria a la de él.
Es demasiado temprano para tener que lidiar con él y sus advertencias, y en verdad espero que él esté pensando lo mismo de mí y mí encantadora presencia.
Empiezo a cantar victoria cuando estoy cerca de donde mi tropa se ha reunido, pero que una pesada mano recaiga en mi hombro me borra cualquier rastro de alegría.
Me detengo de inmediato, tensa ante el contacto.
—¿Huyendo de mí?— su espesa e imponente voz se cuela por mis oídos.
Me deshago de la tensión con un movimiento, y volteo hasta encontrarme con su cuello. Levanto la cabeza, siendo recibida por su frío, y bien afeitado, rostro.
—No podría aunque quisiera— digo, haciendo referencia a que literalmente no podría—. Si así fuera, ahora mismo estaría de vacaciones en alguna playa de España.
Su semblante frío no cambia.
—Pues ahora estás en Francia.
Hago una mueca.
—Por trabajo. No por placer— su mirada se vuelve desconfiada cuando lo miro con una sonrisa sugerente grabada en mis labios—. Aunque claro, tú y yo podríamos cambiar esa parte...
Su frialdad se rompe para dar paso a la irritación.
—Te alcancé para darte algunas advertencias, Ann, ya que al parecer, ibas demasiado distraída como para darte cuenta que te he llamado.
Pongo una expresión inocente y sus ojos verdes se estrechan.
Continúa:
—Tienes claras las reglas, nada de salirse del papel de capitana. Actúa como lo haría alguien con tu puesto. Nada de...
—Sí, sí, nada de querer hacerme la lista y bla bla bla. Lo sé, General. Me lo ha repetido desde que nos conocimos.
Ni una cosa de lo que digo lo suaviza, así que no me queda de otra que oírlo soltar las mismas amenazas y advertencias que ya he oído. Finjo que le presto atención, asintiendo a todo lo que sale de su boca, pero la verdad es que me encuentro inmersa en su impoluto rostro.
Sigo el movimiento de sus labios, viéndolo pronunciar algo sobre los valores, ayudar a tus compañeros y sabrá el Diablo qué más. Sigo el camino de su firme mentón hasta su garganta, en la cual me percato de que tiene un pequeño lunar justo a un lado de su manzana de Adán. Mantengo mis ojos en ese punto, sin poder evitarlo.
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INMORAL-[En Proceso]
Любовные романыNadie conoce su rostro, pero eso no evita que el mundo la tema. Luego de la muerte del líder de la mafia, Ann Dankworth se convierte en la primera mujer que gobierna la mafia americana. Con 24 años, es una de las mujeres más poderosas del mundo y na...