CAPÍTULO 7

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Werner:

Entro a la oficina del comandante, volteando en su dirección cuando lo oigo cerrar la puerta a mis espaldas.

—No puedes hablar en serio — lo encaro, pero no dice nada. No ha dicho nada desde que salimos de la sala juntas—. No estoy de acuerdo con esto, es una puta locura. De verdad eres un ridículo si piensas que saldremos bien parados después de esto.

Se aleja de la puerta y con total calma, murmura:

Lo tengo controlado.

Y una mierda.

¿Lo tienes controlado?río, escéptico—. ¿Qué tienes controlado, Michael? ¿A la situación... O a ella?

Puedo saborear la amargura en mis palabras.

A ambos— declara, muy seguro de sí mismo.

Sí, claro.

No, no tienes controlada una jodida mierda —me acerco a la ventana—. Cualquier persona podría hablar. Si los demás comandantes se enteran de lo que estás haciendo...

Me interrumpe.

De eso no tienes porqué preocuparte. Los únicos que saben de esto están en este comando, tú confías en ellos, al igual que yo. No hablarán y lo sabes — asegura y en eso estoy de acuerdo—. Y con lo de los comandantes, ni siquiera tienes que preocuparte. Casi nunca se fijan en este continente y seguirá así mientras nadie los alerte de una posible "traición".

Hace comillas con los dedos al pronunciar la última palabra.

Aprieto los dientes al pensar en la palabra. Es justo lo que estamos haciendo, justo lo que estoy haciendo. Traicionar a una entidad en la que juré servir y jamás traicionar.

Es por un bien mayor— habla como si hubiera sabido hacia dónde iban mis pensamientos—. Un mal menor por un bien mayor. Recuerda esa frase, hijo— esbozo una mueca de asco al oír como me ha llamado. No se da cuenta de ello y se acerca a una mesa en la esquina para servirse el licor que yace sobre el mueble—. Le di esta oportunidad a Dankworth porque no es nuestra mayor amenaza— toma una pausa pensativo—. Por ahora— agrega—. Hay cosas peores que ella y con su ayuda, podremos detenerlas.

Vaya, si que le tienes fe a tu ejército— digo, sarcástico, viendo como el hombre sirve el licor en dos vasos.

Sigue sin haber emoción en su rostro.

No se trata de fe, sino de utilizar todas las opciones que tenemos disponibles y escoger a la que será más beneficiosa para nosotros— toma asiento en su lugar y me señala la silla disponible frente a él. No me muevo de mi puesto—. Y aunque aún no lo veas, Werner, más adelante te darás de que tendremos menos pérdidas con Ann ayudándonos.

Mi quijada se crispa.

¿Ayudándonos? La estás obligando a hacer esto— acuso con rabia.

Justo ahora necesito un buen trago, me preocupa que la rabia que tengo atorada en la garganta pueda ahogarme, pero no pienso aceptar el vaso que reposa sobre su escritorio.

No la estoy obligando— se defiende y lo ignoro.

La estás controlando con un puto microchip, Michael— exploto, acercándome a su mesa y señalándolo con un dedo—. La estás controlando como si fuera un animal. Un jodido animal que recibirá castigos con sólo apretar un botón cada que se comporte mal. ¿Qué no te das cuenta de lo inhumano que suena eso?

INMORAL-[En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora