Estaba sofocada. No encontraba una salida. Estaba encerrada en aquel cuarto blanco que, extrañamente parecía mi casa por los ruidos que transmitía.
Era mi hogar, de eso estaba segura, porque oía a alguien cocinar, oía la televisión en el fondo, escuchaba a alguien indicar que era hora de desayunar. Escuchaba todo eso mientras la cama estaba allí, mi cuerpo estaba allí, pero yo estaba lejos. Desvaneciéndome, como un alma en pena buscando las respuestas o buscando una salida.
Frotaba y frotaba, me movía por el lugar con desesperación, pero no encontraba nada. De repente, el ruido se desvaneció, y cuando volvió, escuché una gotera.
Gota y gota, muchas gotas, no eran gotas de una llave abierta. Eran lágrimas.
Era un llanto desesperado, acompañado de gritos y gemidos de angustia y pena. Era un llanto que ya conocía a la perfección, pero que me dolía presenciar: el de mi madre.
─¿Mamá? ─solté haciendo eco, pues logré reconocer la voz, y por lo mismo, traté de correr hacia ella, sin lograr moverme un centímetro; sintiendo mi desesperación─. ¿¡Mamá!?
En el rincón del cuarto blanco, apareció una cama matrimonial con un hombre sentado sobre ella; él tenía su mirada en el suelo, cubriendo su rostro con sus manos, como si llorara o tuviera vergüenza que lo vieran. Yo conocía ese hombre. Pero no sabía de dónde.
Él alzó la mirada, y sus ojos estaban llorosos. Me miraba con súplica, y comencé a retroceder desesperada, porque conocía a ese hombre; ese hombre estaba muerto, y al ver que me pedía que lo acompañara, decidí huir.
No quería ir con un muerto. No estaba muerta. No debía de ver muertos.
Quería correr, quería huir, pero algo me jalaba a él. Traté de irme desesperada, comencé a luchar con aquello que me detenía.
Peleaba con esa mano que me quería llevar; peleaba contra mi papá muerto.
Entonces, apareció una puerta, fui hacia ella y abrí de esta, encontrándome con un lugar que ya conocía; era una sala, la sala de mi casa. La recorrí con la mirada dándome cuenta que estaba sola, no había ni un alma ahí, sin embargo, escuchaba gente entrando y saliendo, puertas abriéndose, pasos de personas, sentía la calidez de los mismos. Escuchaba llantos, niños corriendo y preguntando sobre la muerte.
─¿Mamá? ¿Por qué lloras? ─cuestionó un niño pequeño, pero no reconocí la voz.
Sentí mucha tristeza, porque no miraba nada, y ellos no me miraban. No reconocí muchas voces, pero a la vez sentí que no.
Abrí una puerta de la casa y me encontré con mi cuarto, mi cama y yo estando ahí acostada. Gente rodeándome, gente extraña.
─¡Hey! ¿Qué hacen aquí? ¡Es mi cuarto! ─reclamé angustiada, tratando de apartarlos de mí, pero no podía.
Era como si no existiera. Era como si me empujarán para que saliera de mi cuarto, para que no me acercara a mi cuerpo.
Entonces, sacaron mi cuerpo del cuarto, lo llevaron a la salida de la casa, pero yo no podía salir, pero si podía ver ahora. A la gente llorando en mi casa.
Dos señoras y dos niños. Las dos mujeres lloraban, los niños no sabían lo que pasaba.
Las voces de esas personas se desvanecieron, inclusive ellas. Entonces, una vez más estaba en ese cuarto, y aquel hombre sobre la cama me volvió a pedir que me sentara con él, que me acercara a él, pero yo no quería. Y una vez más comencé a huir de él, no queriéndome ir con aquel hombre.
Me estaba aferrando a algo que no observaba y no conocía, aferrándome a no apagar mi mente, a seguir en ella, a seguir con vida.
Soy Lovelle... Lovelle... Lovelle Madden.
Toqué mi pecho con desesperación, ni un latido oí. No tenía corazón... no quería irme
Cerré los ojos con fuerza, repitiendo en mi mente que estaba viva, repasando lo que había hecho la última semana, pero todo era confuso... estaba perdida.
Abrí los ojos, ya no estaba en un cuarto blanco, estaba en un cuadro normal. Estaba de nuevo en la sala de mi casa, pero no había nadie, sólo aquellas voces que repetían lo mismo.
La acompañó en su dolor.
Le doy mi pésame.
Lo lamento.
Era muy joven.
¿Una enfermedad de corazón? ¿Cómo nuestro tío?
Nunca nos dijeron que había nacido con ese problema.
¿Muerte cardíaca súbita? Eso es falso.
Tarde mucho en procesar, que todos hablaban de mí. En definitiva y aunque me doliera, todos hablaban de mi muerte. Yo, Lovelle Madden, estaba muerta y era un alma en pena en estos momentos.
En el purgatorio, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧
ESTÁS LEYENDO
🄻🄰 🅃🅁🄸🅂🅃🄴 🄷🄸🅂🅃🄾🅁🄸🄰 🄳🄴 🅄🄽🄰 🄰🄻🄼🄰 🄿🄴🅁🄳🄸🄳🄰.
Short StoryLa triste historia de una alma perdida relata la crónica de la muerte de Lovelle Madden, una chica qué, sin darse cuenta, terminó muerta. Y en el proceso de encontrarse a sí misma y asimilar lo que le había pasado, ve como la gente que aprecia se de...