La mujer mayor estaba desesperada, buscando entre los papeles algo, mientras la mujer más joven la ayudaba, y los niños aún estaban inquietos.
Era difícil saber cómo eran, sino me podía acercar a ellos y cuando trataba de reconocerlos, ellos se volvían borrosos. Era como si mi vista fallara, como si de repente necesitara anteojos porque no lograba observar nada.
De repente, todo se desvaneció por un instante y una vez más, ellas estaban en el sillón llorando mientras recibían a diferentes personas. Igual de borrosas e irreconocibles como ellas.
Venían mujeres y hombres, de diversas edades, con niños y jóvenes.
─Era muy joven aún.
Dijo una persona, pero podía ver a una persona con exactitud. Estaba yo sola perdida en la sala, que cada segundo que pasaba, se volvía más estrecho el lugar y más lejanas aquellas voces.
─Debí de haber muerto yo...
La dulce voz de la señora mayor habló, alarmándome un poco por sus deseos.
─Ya era tiempo ─murmuró un hombre─. Iba a sufrir.
─No... ─dijo con seguridad la mujer mayor─. Ella merecía vivir.
Volteé a todas partes y aún no llegaba a la persona.
Aún no llegaba a las voces..., aún estaba sola.
─Ella ya debería saber que tú ibas a morir... ─comentó otra mujer, confundiéndome más.
─Ahora ya no será tan duro irme...
¿La señora mayor iba a morir? ¿De qué?
De nuevo, volteé a todas partes, en espera de encontrar de nuevo esas voces. Pero una vez más, aquella cama matrimonial hizo presencia, y aquel hombre cansado y ojeroso estaba sobre ella, golpeando la cama en su lado izquierdo, invitándome a sentarme junto a él, pero me negué repetidamente con desesperación.
Era mi padre. Lo sabía. Pero él estaba muerto, y yo no.
─¿Lo sabías? ─cuestioné, y aunque no había sido del todo clara con mis palabras, él sabía a lo que me refería. Por eso asintió, aun invitándome a sentarme con él, pero lo ignore─. Claro que sí. Estás muerto.
Él sabía todo. Él estaba pendiente de nosotros, viéndonos.
Él sabía lo que pasaría, él sabía que su esposa moriría.
─Ella no vendrá pronto ─comentó con una voz tan ligera y tan débil, tan cansada que me abrumo: ─Tú sí.
Y me miró con una mirada tan profunda que me heló más de lo que estaba.
─¿Por qué dices eso?
─Vivirá más años.
─¿Y tú?
─Descanso.
─¿Y yo...?
Silencio. Tragué duro, y relamí mis labios nerviosa.
─Elegirás tu camino.
Él se fue. Se levantó de la cama y desapareció, dejándome confundida mientras otra vez estaba en ese cuarto blanco. Pero aquello no me gustaba. Y comencé a correr, esperando llegar a casa.
Corrí y corrí, pero no llegue a casa. Era un cuarto frío y con colores neutros. Había dos hombres, que me quitaron la ropa y me metieron tubos que sacaban líquidos de mi cuerpo.
Estaban preparando mi cuerpo para algo, pero no sabía que. Había un vestido mío colgado en el lugar, había un hombre haciendo anotaciones sobre la muerte cardíaca o la apnea de sueño.
Como sino estuvieran seguros de la muerte.
El otro hombre seguía tocándome, sacando esos líquidos raros de mi cuerpo. Yo no quería que lo hiciera.
Yo quería ir a mi cuerpo, pero no podía.
Mi cuerpo se puso duro, el hombre lo miró extrañado.
Comencé a llorar, pero no me salía nada de los ojos. Cerré de estos con fuerza, obligándome a llorar, pero cuando los abrí, estaba de nuevo en ese cuarto en blanco.
En ese lugar en donde el tiempo no existía, en donde no era nada.
Y entonces volví. No entendí nada. Pero ya estaba vestida y me estaban maquillando. Luego me llevaron a una funeraria, en donde me pusieron en un ataúd, en un cuarto, en donde me exponían para todos. En un lugar silencioso y vacío.
En el purgatorio, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧
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🄻🄰 🅃🅁🄸🅂🅃🄴 🄷🄸🅂🅃🄾🅁🄸🄰 🄳🄴 🅄🄽🄰 🄰🄻🄼🄰 🄿🄴🅁🄳🄸🄳🄰.
Short StoryLa triste historia de una alma perdida relata la crónica de la muerte de Lovelle Madden, una chica qué, sin darse cuenta, terminó muerta. Y en el proceso de encontrarse a sí misma y asimilar lo que le había pasado, ve como la gente que aprecia se de...