Jethro esperó en la puerta de la sala de interrogatorios, viendo al muchacho ahí sentado, hasta que titubeante se levantó, dispuesto a seguirlo.
El chiquillo ya empezaba a caminar cuando de la nada se giró hasta Jethro, —no... ¿No me va a disparar? El temblor en esa suave voz en la que apenas reparó Jethro le hizo sonreír.—Entiende esto hombre, —Jethro se impuso hasta quedar de frente al muchacho que levantó la mirada para poder ver directo a los ojos del agente, pero no duró mucho ya que temeroso bajó la mirada, no ignorando la enorme diferencia de tamaños entre él y el agente que era casi veinte centímetros más bajo y era mucho más delgado, vestía ropa demasiado sucia y corriente, estaba descalzo y no tenía camisa, —soy un agente honorable, sé disparar armas y manejar cuchillos, soy jodidamente bueno en combate cuerpo a cuerpo, así que no mancharía mi expediente matando a un chiquillo en las oficinas y menos lo haría en mi casa, ¿está claro?, —la mirada fría del agente hizo que Reginal tragara abundante saliva, asintiendo como si fuera un niño regañado. —Buen chico, —Jethro satisfecho de haber aclarado todo sonrió de lado, —entonces andando, que cuando lleguemos a mi casa estableceremos ciertas reglas.
Jethro caminó hasta la salida de las oficinas, despidiéndose de algunos agentes que lo felicitaban por el resultado del operativo coordinado por él, en la mirada de todos los agentes se podía sentir la curiosidad y el recelo de que su capitán se llevase a un pandillero a casa, pero eran lo suficientemente inteligentes para comentar algo al respecto.
Jeth era una especie de personalidad en la agencia, aunque bajo su mando fue Canseco quien disparó la bala que mató al jefe de la pandilla, él era el cerebro detrás de cada operativo, con sus estrategias e investigaciones.Reginal detrás del laureado agente, lucia incómodo, ahora veía su aspecto y el cómo esas personas podrían percibirlo, en otro momento no le importaría, porque estaba sumergido en la porquería, pero no ahora.
Una vez más fue consiente de las innegables diferencias entre su ahora protector y él, su ropa sucia, descalzo, necesitaba un buen baño y un corte de cabello, pero no tenía dinero y en las pandillas el aspecto tenía que ser intimidante y hasta grotesco, la higiene no era indispensable y menos lo era la educación. Por otro lado, el agente se veía pulcro, como si hubiera salido de una maldita revista y no enfrentar una redada que más había sido un baño de sangre.
En las calles las personas a su alrededor parecían no reparar en Reginal, y si lo hacían sería para tratarlo con desprecio y temor.
Por lo que esperaba, aquel agente fuera igual a todas las personas que se hacían una idea equivocada de él. —Andando, —Jethro se deshizo por fin de aquellas personas que festejaban con él, y viendo sobre su hombro miró sin reparar mucho en Reginal quien sin más lo siguió en el más absoluto silencio, hasta llegar al estacionamiento. Pronto estaban ambos junto a un bonito carro compacto que sin ser lujoso era bastante confortable. Jethro desactivó los seguros y la alarma gracias al pequeño control remoto en las llaves.—Cenemos algo antes de ir a mí casa, —En verdad Jethro no era consciente del aspecto de Reginal hasta que lo vio encogerse inseguro en su asiento, —tienes razón Reginal, soy un idiota, —dijo Jeth mirando de soslayo, como si recién notara la lamentable apariencia del muchacho y percibiendo lo descuidado que se encontraba: andrajoso y urgido de un buen baño.
Reginal sintió el menosprecio en la voz de aquel agente, —no tengo hambre, —dijo el muchacho con esa suave voz que sin lugar a dudas tenía un buen tinte de orgullo en ella, siendo verdad de alguna manera, pues si bien Jethro era buen tirador y un experto en combates cuerpo a cuerpo, Reginal se había vuelto experto en soportar hambre durante varios, a mantener la boca cerrada a pesar de alguna cruel tortura, a soportar palizas brutales y a ser ignorado, quizás por eso no se impresionaba por lo poco que había visto hasta ahora con el agente.
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Sumiso
RomanceTercera historia de la serie BDSM. Con un personaje entrañable. Reginald Esparza, un chico que apenas acaba de cumplir 18 años ha sido formado en la calle, la única familia que conoció fue una pandilla, la más salvaje de todas. Con un aspecto angeli...