Un principio, un comienzo

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La política de las pandillas consistía en que cuando un hombre se hacía del poder en una pandilla muy grande, los demás grupos menores que eran simpatizantes le ofrecían desde drogas, autos, joyas, armas, hasta hombres, y mujeres, todo con el fin de garantizar su protección con el nuevo "jefe" y toda esa diplomacia era obviamente de procedencia ilegal. Dichas pandillas eran estudiadas y seguidas, ya que en su mayoría eran delincuentes que vendían drogas para los grandes cárteles, tratado de personas, robos y hasta sicarios, por eso había federales infiltrados que se encargaban de trasmitir información a las corporaciones, así que dar un golpe operativo de tal magnitud no era simplemente una enorme racha de buena suerte para las agencias antidrogas, sino que se hacía una minuciosa planeación que llevaba meses y en el caso de los cárteles, hasta años.

A la trata de personas le llamaban donación para disimular, de esa forma se garantizaba la protección y la paz entre pandilleros, formando alianzas más duraderas, la pandilla que recibía dicho regalo, no entregaba algo a cambio, solo se beneficiaba de las pandillas que querían congraciarse.

Remigio López el nuevo jefe de la zona era decididamente homosexual, bien conocido por su sadismo, degenerado de pies a cabeza, su afición a la violencia extrema y a compartir a sus hombres con fines de diversión. Sus parejas eran por lo general hombres muy jóvenes que apenas eran legales, todos con pinta agresiva, hostiles, con un gusto por la violencia asesina. Ahora en el poder había puesto sus ojos en un muchacho de tan sólo dieciocho años, le había gustado la tenacidad del tipo cuando lo vio en una pelea con otra pandilla, el jovenzuelo no descansó hasta derribar a un tipo mucho más grande que él, habiendo dejado a su contrincante bastante malherido, hubiera preferido que el muchacho lo matara a golpes, pero el chiquillo se veía demasiado inocente, resignado, casi le pedía perdón al otro bastardo al que golpeaba, y este de haberle superado no hubiera dudado en matarlo a golpes, dejando su cadáver maltrecho en la acera, como un mensaje para las demás pandillas, en cambio este muchacho se veía casi obligado, no tenía elección en una pandilla, era hacer lo que fuera necesario con tal de no morir.
Definitivamente lo quería para él.

Al subir exigió a ese muchacho en sus filas y en su cama, mientras no lo matara él u otro grupo rival, lo follaría día y noche y lo haría pelear para su deleite, pero también disfrutaría de esa conciencia mortificada la explotaría y lo disfrutaría al igual que sus compinches, el expediente del muchacho chirriaba de limpio, ni un arresto, ni siquiera una ridícula multa por tirar basura, hablaba de que el putito se cuidaba de la ley, a Remigio le gustó eso.

Durante el intercambio, Rodrigo López y sus sicarios observaron un ambiente tenso, había demasiado silencio para su gusto, las calles estaban desiertas, pero no se veían patrullas o algún indicio de que otra pandilla rival estuviera cerca.

No era un buen momento para quien perteneciera a las calles pues apenas la pandilla había llevado al muchacho hasta el nuevo jefe, una redada cayó en el lugar, desarmando toda una pandilla, agentes federales encapuchados rodearon el lugar, el asqueroso hombre viendo cómo iban las cosas jaló al joven tatuado hasta un cuarto con él, de inmediato sus sicarios lo escoltaron para resguardarlo en un mugriento cuarto, sino sería su perra sería su salvoconducto para salir de ahí, así que lo amagó con la pistola en la sien, furioso por no poder follar con violencia a su nuevo juguete como lo había planeado, en cambio ahora tendría tal vez que arruinar su regalo, si el chico sobrevivía lo más seguro es que terminaría en la cárcel, pero Rodrigo López esperaba que el chiquillo muriera, ya que este sabía demasiado y la lealtad no era una garantía en aquellos círculos.

El muchacho sabía que era mejor estar quieto, sobre todo con tantos pandilleros y un grupo de agentes federales fuera apuntándose entre sí, no pelearía, en todo caso el jovenzuelo vio aquello como una oportunidad de salir de aquella vida, y sinceramente prefería morir, estaba harto de tener que pelear, de maltratar a otros seres humanos, estaba harto de ser tratado como mercancía, ese no era él, y definitivamente no pertenecía a ese mundo, él no era violento, no era un vicioso vulgar y definitivamente no era un pandillero.

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