Si solo llegaran a enterarse. Ustedes... ¿Me seguirán queriendo de la misma forma? O ¿Me mirarán como si estuviera sucia?
No los culparia. Yo, ya me veo de esa forma, cada día en el espejo. Recordando.
Pero... por favor no lo hagan.
No podria sopor...
Entré toda la gente, entré todas esas miradas lujuriosas, indecentes, descaradas.
...
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—La Quiero. —soltó primero el líder de bonten, hipnotizado por la belleza desbordante de la joven pelirosa, ¿cómo no hacerlo? Con solo ver sus ojos esmeraldas había quedado prendado. —Quiero tenerla sólo para mí.
Todos posaron la vista sobre él albino, para luego voltearla hacia el nuevo jugueteque estaba abajo, caminando con delicadeza, pero también notaron que tropezó varias veces.
—"Torpe". Pensaron
Pero ¿Cómo no hacerlo? Si tenía las manos esposasdas a unas cadenas, tal vez para los demás haya pasado desapercibido, pero para ellos no.
La chica estaba nerviosa, esta demás decir Asustada. Después de todo esto que estaban presenciando no era nada más que la venta de personas.
—¡Vamos, vamos caballeros! ¿Quién comienza la oferta de tan anhelado producto? —la propuesta salió del hombre que traía el micrófono, siguiendo el mismo procedimiento que el de las anteriores chicas, pero esta ves con más entusiamo, sabiendo que algo grande se acercaba con solo mostrar esta Joya particular.
—¡50.000 $ dólares!
—¡56.000!
—¡70.000 !
Mikey no prestó atención al bullicio que había abajo, no despegaba la mirada de aquella muchacha. Fruncio el seño al ver a ver como ella mordia su labio inferior tembloroso y se encogia en su lugar. Ahí fue donde notó como todos los viejos verdes que estaban en el lugar la miraban y levantaban la voz ofreciendo un precio por ella, algunos incluso trataban de tocarla con sus asquerosos manos.
No podía dejar que aquello pasará.
—Tks. Koko —llamo al tesorero de la organización.
—Ofrece más que todos, ella se irá con nosotros hoy. —miró fijamente al otro peliplateado, advirtiendo con la mirada que era una orden que debía ser cumplida sí o sí.
Sin escusas ni contratiempos.
—Cómo ordene, Jefe. —respondió serio, se levantó de su asiento y desapareció entre las cortinas que impedían ver el lugar donde estaban ellos.
Abajo, las afertas por el Cerezo seguían sin detenerse, causando un alboroto por las cantidades que seguían en aumentó. Incomodando a la joven Flor. Sin embargo, entré todas aquellas miradas que recibía, sentía una diferente, una más penetrante que no dejaba a su cuerpo dejar de temblar ancioso, como si buscase a alguien en particular, como si supiera que esta ahí.
