Sentada ante sus ordenadores miraba la pantalla central, observando la cara de Sasuke. La foto había sido sacada en una cena de empresarios de Nueva York y esa noche le habían dado un premio por su impresionada carrera. Y realmente era impresionante, porque sin recursos y sin estudios había trabajado desde los catorce años. Primero en los muelles y poco a poco fue entrando en el mundo de la importación y exportación por los contactos que había ido conociendo a lo largo de su adolescencia. Con veinte años había fundado su empresa y había llegado a ser una de las más importantes de los Estados Unidos. Eso la hizo sospechar que había algo oculto detrás de su empresa. ¿Un hombre tan importante solo tenía medio millón de dólares en su cuenta privada? ¿Y solo tenía una cuenta? Allí había algo raro. Y lo encontró. Su liquidez privada no estaba en sus manos, sino que era transferida a una cuenta a nombre de su hermana, que disponía de una cuenta bancaria con más de setenta millones de dólares. Indagando un poco más, vio que su hermana no tenía movimientos en esa cuenta. O no sabía que tenía una cuenta a su nombre o no tocaba el dinero de su hermano por alguna razón. Todo muy intrigante. Y si sumaba que el marido de su hermana le era infiel y que ese dinero sería suyo a un cincuenta por ciento si llegaban a divorciarse, era para poner muy nervioso a Sasuke. Cogió un regaliz y le dio un mordisco mirando la pantalla. —¿Qué estás ocultando, cielo?
Decidió rascar desde el principio y después de tres vasos de cola light y de un paquete de regaliz, se levantó del sillón realmente preocupada. Sasuke era un hombre hecho
a sí mismo, pero tenía una personalidad que no conocía nadie. Estaba segura de que ni su hermana le conocía tan bien como ella, porque no le había contado ni la mitad de lo que le había ocurrido en su vida. Ahora tenía que saber qué hacer con esa información, porque lo único que se le pasaba por la cabeza era cómo protegerle para que eso no se supiera jamás.
Entró en el último piso del edificio Uchiha sonriendo de oreja a oreja y le guiñó un ojo a Carol, que chilló de la alegría al verla levantándose de inmediato para mostrarle sus zapatos. —Preciosos. ¿Estás contenta?
—Mucho. Me encantan.
—Me alegro. —Miró hacia la puerta del jefe. —No escucho gritos. ¿Está solo? Carol soltó una risita. —Sí, pero en veinte minutos llegan unos abogados.
—Me sobra tiempo. —Fue hasta la puerta y la abrió antes de que pudiera protestar.
Sasuke sentado tras su escritorio, levantó la vista distraído y chasqueó la lengua antes de seguir con su trabajo. —¿Ya has terminado?
—Casi. —Cerró la puerta y gimió al ver la decoración clásica del despacho. La mesa de madera se parecía a la del presidente de los Estados Unidos y los pesados sofás de piel marrón estilo inglés, la hicieron estremecerse de horror.
—Sakura, estoy muy ocupado. Iba a llamarte después. —Distraído pasó otra hoja de lo que obviamente era un contrato. Patricia no podía más que admirarle por su tesón para llegar hasta allí. Como no contestaba, él levantó la vista y cuando sus ojos encontraron frunció el entrecejo. —¿Qué ocurre?
—¿Tengo tu atención?
—Totalmente. —Tiró el bolígrafo de oro sobre las hojas y apoyó la espalda en el sillón de piel marrón reclinándose sobre él. —Dispara.
—Tengo que hablar con tu equipo informático y necesito carta blanca. Debo instruirlos en las nuevas medidas de seguridad y la empresa tiene que informarles.
—Lógico. ¿Cuándo quieres empezar?
—Cuanto antes mejor.
Sakura se sentó en una esquina de su mesa viéndole coger el teléfono y hablar con Carol para que subiera al despacho el jefe de la sección de informática, que por supuesto no tenía ni idea de cómo se llamaba.
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No me vas a dejar /Sasusaku/ Adap
Roman d'amourSakura Haruno es una de las mejores analistas en seguridad informática de la ciudad. Su desagradable encuentro con Uchiha Sasuke provocará que ella no se quede con los brazos cruzados. Ese prepotente no sabía con quién se había metido. Pero ella se...