14. "Déjame ir"

197 26 19
                                    


– ¿Por qué lloras? – preguntó Jo.

– Porque tú estabas en el recuerdo – confesé con melancolía, recordando ese día perfectamente. Estuvimos hasta tarde platicando y riendo con mi familia; al ver a Nam tan contento y llevándose bien con mi familia, fue lo mejor de esa vez. A pesar de haber sido la primera interacción con mi familia, parecía que ya era parte de la familia a los pocos meses de ser novios.

– Sabes que mi muerte fue inevitable, ¿verdad? Mi salud empeoró con la edad, tú eres joven... – sentía su mirada bien puesta sobre mí, pero por algún motivo, no podía mirarlo – Tu muerte es evitable, puedes regresar con tu abuela, con tus papás, con tu novio especialmente.

– ¿Soy egoísta? Si no quiero regresar, ¿eso me convierte en una egoísta?

– En mi opinión... sí.

Tuve la valentía de mirarlo y noté un rastro de tristeza en sus ojos, lo conocían tan bien... nunca pudo disimular sus emociones. Sus ojos eran tan puros que podías ver a través de ellos, su alma era simplemente pura al igual que su mente; siempre me fascinó su forma de ser y de pensar.

– ¿Por qué?

– Porque eres joven, mi niña. Tienes una vida por delante, un gran esposo que te quiere muchísimo y que está dispuesto a hacer todo lo que esté a su alcance para hacerte feliz.

Suspiré con dificultad al escuchar la palabra "esposo", recordando el día que nos escapamos para casarnos.

– Me hubiera gustado que estuvieras el día que nos casamos.

– Estuve contigo en ese momento, siempre he estado contigo. Ese día fue uno de los más felices de mi vida, Nath. Ver a mi niña casándose con el amor de su vida, fue simplemente extraordinario – dijo sonriente y con algunas lágrimas en sus ojos cafés.

– Tal vez si no me hubiera negado a casarme antes, hubieras estado ahí con nosotros.

– A mí también me hubiera gustado, pero él hubiera no existe. Como te dije, mi muerte era inevitable, todos sabían que pasaría en algún momento.

– Lo sé – susurré muy bajo.

– Entonces, ¿por qué te sietes así?

– No lo sé, tal vez estoy arrepentida – desvié la mirada hacia el paisaje verde frente de nosotros.

– Pero... ¿por qué? – volvió a preguntar y eso estaba haciendo que me enfadara un poco.

– Abuelo, no lo sé – resoplé desesperada por no saber la respuesta – Tal vez debí haber disfrutado más la vida cuando estabas con nosotros, vivo. Pero no lo hice y eso me hace sentir como una horrible persona, porque nunca tuve el valor de despedirme de ti. Tal vez es eso y quiero dejar de sentirme así – respire profundamente buscando aire para seguir hablando – ¿Cómo puedo deshacerme de este sentimiento? – pregunté exasperada.

– Ya reconociste que sientes eso, el arrepentimiento de no despedirte, ahora tienes que perdonarte, ese es el segundo paso. No puedes vivir para siempre con ese sentimiento.

– ¿Cómo?

– Dejándome ir.

Su respuesta me hizo suspirar abruptamente y el corazón me dolió como si me lo hubieran arrancado, el ardor que sentía en el pecho era incomparable y podía sentir la falta de aire en mis pulmones.

– Jo... – mi voz se rompió y la aclaré para continuar, pero el abuelo me interrumpió.

– Necesitas dejarme ir, Nathalie. Tus recuerdos son tan fuertes que no puedo alejarme, no sin antes ayudarte a soltarme.

– ¿Te refieres a que tengo que olvidarte? – pregunté desilusionada.

– No, mi niña. Me refiero a que tienes que perdonarte para que yo pueda descansar en paz – su confesión hizo que el dolor en mi corazón aumentara y sintiera culpabilidad.

Guardé silencio ante esa respuesta sin saber que contestar.

– Todos lo han hecho. Tu abuela ha sido la más fuerte y pocos días después de morir se armó de valor y platicó conmigo, bueno es obvio que ella fue la que más habló como siempre – se burló logrando sacarme una sonrisa pequeña.

– Después de 52 años de casados, fue mi tiempo de partir y por primera vez en muchos años, ella estuvo sola. Para ella mi muerte ha sido lo más difícil, pero a pesar de eso, me ha perdonado por partir primero y ha hablado conmigo y con Dios, aclarando que no fue culpa de nadie y que así es el ciclo de la vida, Nath.

– Tú no tienes la culpa de nada, mi vida llego a su fin y no había nada más que hacer; el hecho que no pudimos despedirnos tampoco fue tu culpa, yo sé que eres muy sentimental y no te gusta hablar sobre cosas tristes como tu papá; pero tú más que nadie lo sabes, la muerte es inevitable y todos sabemos que algún día lo haremos – lágrimas bajaban por mis mejillas, perdiéndose en mis labios y cuello, seguía con la mirada hacia enfrente porque si lo llegase a mirar... me rompería con facilidad.

– Jerry tampoco se despidió de mí ese día en el hospital, pero lo perdoné porque pude escuchar sus pensamientos pidiéndome que lo perdonara. Eso hizo cada uno de ellos y a su manera, en su mente rezaron y pidieron que descansara en paz y que nunca los olvidara.

– Todos lo hicieron menos tú. Te culpaste de mi muerte y reprimiste cualquier pensamiento que tuviera que ver conmigo, no dejabas que Nam te preguntara sobre mi muerte y no dejaste que nadie te ayudara; eso me ha detenido aquí, no puedo descansar en paz hasta que te perdonaras a ti misma por creer eso.

– Si no hubiera tenido el accidente... ¿seguirías estando aquí sin poder descansar? – pregunté con tristeza.

Asintió lentamente y apretó sus labios al ver mi reacción. Miré hacia arriba para intentar ahuyentar las lágrimas que querían salir de mis ojos, mis labios comenzaban a temblar sin control y mi respiración se hizo lenta y pesada, pero no volví a preguntar nada. Simplemente me quedé callada reflexionando toda la situación.

– Te dejaré sola para que aclares tu mente, pequeña – dijo. Pero antes de que pudiera decirle algo, había desaparecido por completo sin dejar rastro de su huida.

Con tristeza y desesperación tapé mi rostro con las manos, tratando de esconderme de todos los problemas. Pasaron unos segundos antes de romperme y dejar que todos los sentimientos acumulados salieran de mi alma; los sollozos se podían escuchar por todo aquel jardín.

Me levanté de la banca de madera, recostándome en el pasto verdoso sobre mi lado derecho acercando las piernas hacia mi pecho como si fuera un feto dentro del vientre de su madre buscando protección. Las lágrimas seguían corriendo por mi rostro y esta vez dejé que cayeran libremente mientras anhelaba un abrazo de mi mamá que siempre me reconfortaba o un beso de Namjoon que hacía desaparecer mis penas.

¡Oh, Joonie! Desearía haberte hecho caso. 

Ghost of You || Kim NamjoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora