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Seis semanas antes del juicio...
Últimamente había tenido muchas pesadillas en las que Eren era el protagonista. Y lo más curioso de todo era que siempre soñaba que el castaño entraba a mi habitación a mitad de la noche mientras todos dormían.
Creía que aquellos sueños trataban de advertirme sobre él, aun así no lograba entender el significado. ¿Quería asesinarme o solo vigilarme?
[...]
Me desperté de golpe al escuchar como tocaban la puerta de manera violenta. Usualmente hacían eso cuando se trataba de una emergencia, así que, sin más preámbulos me coloqué rápidamente de pie con la intención de tomar el equipo de maniobras. Justo antes dar un paso, escuché un fuerte crujido proveniente de mi rodilla el cual me tumbó al suelo.
Mierda.
Sabía que por más insoportable que fuese el dolor, no podía darme por vencida, así que me arrastré hasta donde se encontraba mi arnés, una vez que lo tuve en la mano me armé de valor y sin pensarlo dos veces, me coloqué de pie para luego caminar hacia la puerta.
Hice varias hipótesis sobre la situación; quizá Eren había escapado de su celda o alguna nueva amenaza se hizo presente, pero todas las teorías se fueron a la basura en el momento que vi a Connie con una descarada sonrisa en el rostro mientras sostenía una escoba y un trapeador.
Tenía que ser una broma.
—Adivina quienes van a limpiar el cuartel hoy —arqueó una ceja.
—Creí que era una emergencia —confesé con la voz algo adormilada mientras frotaba mis ojos con el dorso de mi mano.
—¡Claro que es una emergencia, Faith! —se cruzó de brazos y giró su rostro hacia un lado fingiendo estar ofendido, lo cual me causó un poco de confusión ya que Connie era uno de los más desordenados— Bueno, por lo menos para el capitán, lo es. Yo quería dormir hasta tarde, pero por lo visto no se podrá —rectificó con algo decepción.
A pesar de que estaba enojada con Connie, preferí no decirle nada ya que no estaba de ánimos para discutir.
—No puedo bajar así —dije al percatarme de mi vestimenta—, así que si me disculpas voy a cambiarme.
Connie no puso objeción, así que se despidió agitando su mano animadamente en lo que cerraba la puerta.
Usualmente me cambiaba rápido, así que en menos de diez minutos me encontraba reunida junto a los demás soldados quienes decidieron distribuirse las tareas para que la carga no fuera tan pesada.