Ash...

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Astrid:

Dalton Cruz era la sensación de nuestro colegio. Era el típico chico popular, guapo y amable que todos querían tener cerca. Llegó a ganarse a todos a su alrededor  el segundo en el que entró en la secundaria. Sus padres eran farmacéuticos, eso era lo único que todos sabíamos de su familia.

Nunca se los vio en las reuniones importantes.

Para el último año de colegio, Issac y yo nos mudamos de estado por papá. Terminamos asistiendo al mismo instituto y así se volvió amigo inseparable de Issac.

Él llevaba asistiendo ahí desde que tenía doce, pero toda su vida privada era un misterio para el resto de los estudiantes. Dalton tenía un espíritu libre, sabía qué quería y sabía cómo conseguirlo. Se divertía, pero no descuidaba sus estudios. Uno de sus sueños era poder ser un gran abogado con el propósito de defender a la gente que no merece una sentencia injusta.

Tambien tenia en mente ser fiscal, quería ser capaz de condenar a los que sí lo merecen.

Tenía curiosidad de entender nuestra vida, y por qué era tan diferente de la suya. Sus padres no eran famosos, pero sí tenían una estabilidad y presencia importantes dentro de nuestro mundo. Sin embargo, él no se crió con ellos, lo hizo con sus abuelos así que llegó a tener la vida normal e interesante de un típico adolescente.

Desde pequeño, Issac siempre demostró ser alguien muy social. Mis padres lo utilizaron a su conveniencia, lo reprimían o liberaban cuando ellos deseaban. La escuela entera nos tenía respeto, pero no por de buena manera sino porque pensaban que nosotros nos creíamos superiores a ellos. Nunca nos manteníamos en contacto con nadie realmente y, por más que ellos intentaran establecer una amistad, era imposible.

Los hermanos Russo, íbamos juntos para todos lados. Al salir de la escuela, teníamos camionetas esperándonos para llevarnos a casa o al lugar donde nos tocara estar presentes. Los guardias no dejaban que nadie nos fotografiara si no era en momentos precisos como entrevistas, galas o eventos donde teníamos que estar por obligación, pero fuera de ellos, nuestras vidas privadas no eran parte del ojo público.

Red Princess and Price fueron los apodos que nos dieron a los catorce.

Se dice que el diamante rojo es la piedra más preciosa del mundo. Es la piedra con una dureza y rareza mas espectacular en comparación con las demás. Es la más radiante, deseada y la menos común. Cuesta mucho de extraer y su precio la pone en lo alto; sin embargo, al igual que esa hermosa piedra, nuestro brillo y exclusividad esa deseado por todos. Eso era lo que nos alejaba de la realidad de aquellos que no podían alcanzar nuestra esencia tan anhelada. Nos manteníamos en un pedestal de lujo y distinciones, separados de la verdadera conexión humana.

Para ellos nosotros somos los diamantes rojos dentro de su sociedad.

Desde que ingresamos a ese colegio, Dalton esperaba a Issac en la entrada de la clase a diario. Intentaba entablar una conversación con mi hermano siempre, pero él lo ignoraba. Trataba de pasar frente a él como si no estuviera ahí, hasta que no pudo hacerlo más. Al comienzo no me metí en su relación, no me importaba que eran o que no y tampoco le conté de su existencia a mis padres. 

Los meses pasaron y los cambios de actitud de mi hermano los alarmaron. Papá lo golpeaba más seguido, le decía que estaba arruinado nuestro futuro y yo no podía hacer nada para evitarlo. Las salidas y los problemas en los que se metía comenzaron a llamar la atención de la prensa, pero cualquier escandalo era eliminado al instante no llegaba al aire. Mi padre jamás dejó que la reputación de la familia se viera afectada. Issac solía escaparse de los guardaespaldas, encontró maneras para que no lo encontraran si él no quería.

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