Tras esa primera noche nos mantuvimos en contacto por carta. Yo le hablaba de mis estudios y él de los suyos, y fantaseábamos con hacer algún proyecto juntos. Su mente tenía un ansia voraz de conocimiento, algo que yo admiraba profundamente. Por fin un día me escribió una confidencia: en una tienda de antigüedades había encontrado un misterioso libro que le había creado una especie de fascinación. No era capaz de describírmelo, así que quedamos en persona para que me lo enseñase. Nos vimos en un café muy agradable, y recuerdo lo guapo que me pareció Aedus, estilizado en su abrigo azul y con los ojos refulgiendo con el brillo de la curiosidad felina. Sacó un paquete de su maletín, y de él extrajo con sumo cuidado el libro más viejo que yo jamás hubiera visto. Al parecer, era una traducción de un volumen todavía más antiguo, de los tiempos de la Grecia clásica, y de un origen incierto, pero cuyo texto apareció escrito en alguna lengua árabe. Con esos datos difusos escritos en la contraportada, nos embarcamos en lo que era a medias una traducción y a medias una interpretación de esa obra sin firmar. Pronto entendí el embrujo que había proyectado sobre mi compañero, porque de esos galimatías pude entrever que se escondía una enorme verdad más antigua que el hombre. Ya estábamos terminando el año universitario, y Aedus, que al contrario que yo, era de familia adinerada, me invitó a pasar el verano en su casa de campo para poder estudiar el libro juntos. Yo, tal vez inocentemente, acepté.
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Espero que te esté gustando la historia. ¡Capítulos nuevos todos los VIERNES!
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Aedus
HorrorCuando conocí a Aedus en 1854, el mismo año en que falleció mi madre, no podía imaginar lo que significaría para mí. Un libro. Un viaje. Un amor. Una oscura pesadilla. (Se trata de uno de los relatos de "Tras la Puerta Prohibida", ofrecido aquí de...