XIX

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¡Buen fin de semana! =]
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 El heptágono giraba perezosamente a nuestro alrededor. Los seres estaban más definidos que nunca, ninguno obedeciendo las leyes físicas que conocía. Tentáculos, múltiples cabezas, filamentos informes, articulaciones grotescas, todo en un convulso abrazo en el éxtasis del placer cósmico. Aedus me agarró, ató mi conciencia a la suya y me obligó a entrar en la bacanal.

—Deja de resistirte.—Me decía con su mente.—No tengas miedo.

Lo que pasó allí no tiene nombre. Me mezclé en la masa de seres entrelazados y al instante me sobrevino un placer tan inmenso como el cielo. Había tactos fríos, cálidos, pegajosos, pero ninguno era físico en ese plano de existencia fuera de lo que conocíamos como real. Todo parecía impregnarse en algún lugar de mi conciencia, y cada sensación era una vivencia que atesorar. Los seres mas temibles exploraban esa proyección de mi cuerpo con el más inmenso amor, y eso era lo más aterrador de todo. Me vi envuelto y rodeado por el éxtasis, y busqué la conciencia de Aedus. Nos abrazamos y nos besamos, y cuando todo terminó quedamos juntos flotando sobre el mar oscuro. Ahora que mis sentidos estaban sintonizados, podía ver brillos dorados en su superficie.

—Estábamos destinados a estar juntos.—Me susurraba su conciencia a mi lado.—Sabes que es lo que hemos deseado siempre.

Sus palabras consiguieron lo que yo no había hecho jamás, y por una vez conseguí llevarnos a donde yo deseaba. Estábamos en un precipicio, y el fondo no era más que una nada negra e impenetrable.

—No puedes esquivar la verdad para siempre.—Me espetó Aedus.—Nosotros no somos como el resto. Hemos visto y sentido cosas más allá del mundo conocido. Solo yo te comprendo, Anthony.

Sus palabras eran tan dolorosas que, sin pretenderlo, abrí una grieta enorme en el suelo. No sé cómo la provoqué, pero sé que fui yo. Si antes había podido flotar, en ese acantilado mi querido Aedus cayó cual peso muerto y quedó colgando de una mano. Yo lo miré desde arriba. Lo amaba y lo odiaba, lo veneraba y lo despreciaba, y sobre todo, lo temía. Un instante después, Aedus había caído en las infinidades de la oscuridad, y yo no había hecho nada por evitarlo.

Cuando desperté, encontré a mi amigo muerto. Como médico, dictaminé una muerte por sobredosis de droga. No quise ir a su funeral y por primera vez en nuestra vida juntos, Celia se distanció de mí. Ella no conocía los intrincados pliegues de la supra-realidad, pero sabía leer mis sentimientos, y era consciente de que yo había hecho algo terrible.

A partir de ese día, comenzó mi tortura.  

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Vincent cae en una espiral, más y más hacia el abismo...
Si has leído hasta aquí di hola, porque de momento estoy hablando solo xd

AedusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora