XI

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Perdonadme, que me he ido a echar CVs y se me ha ido el tiempo volao. Pero bueno, mejor tarde que nunca. Por cierto, se vienen dos historias que van a ser la puta hostia, así de claro. ¡Pasad un buen finde!
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 La noticia de mi casamiento no hizo ninguna gracia a Aedus. Parecía que su existencia solo tenía como motivo atormentarme. Terminé cediendo a sus peticiones con tal de que dejara en paz a Celia, que era una buena chica que no se merecía ser objeto de su odio. Al final me presenté un día en su casa, él sacó el compuesto de la droga y nos dispusimos a seguir lo que se convertiría en un ritual. La primera vez que lo tomamos fue muy desagradable. Todo comenzó a darme vueltas y me llenó un sentimiento de irrealidad. El techo se movía volviéndose cóncavo y convexo, ovalado y cúpula, y luego una mera nebulosa que danzaba a mi alrededor. Las velas con las que Aedus había iluminado la sala resultaban cegadoras, luces destellantes que se movían en círculos concéntricos fulgurantes. Después sentí que abandonaba mi cuerpo, floté en un mar de sombras informes, me giré sobre mí mismo y me vi, asombrado y catatónico. Tras el espanto regresé a la consciencia y vomité profusamente en el suelo. Aedus tardó más en volver, pero también vomitó. Sin embargo, eso no le detuvo, sino que me comentó tranquilamente que tenía que ajustar la dosis, que nuestros cuerpos se irían acostumbrando paulatinamente a los viajes. Lo peor es que tenía razón.  

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Ya empieza lo bueno. 
Seguidme, porfa, que es un clic y a mí me ayuda mucho. Si me dejáis vuestras historias en un comentario me paso a leerlas. 

AedusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora