El delicioso olor del café me despertó. Miré el reloj y supe que esa mañana no habría ninguna sesión de footing por el puente de Waterloo. Entré en la cocina tapándome los ojos con el brazo.
—Justo como a ti te gusta, Bree, dulce y cremoso. —Mi en teoría compañera de piso y querida amiga Gabrielle deslizó la taza en mi dirección con una expresión en la cara muy fácil de leer: Ya estás soltando por esa boquita, maja, que no te voy a hacer daño.
Adoro a Gaby pero todo este lío con Ethan me había desbaratado tanto que lo único que quería era borrar su existencia de la faz de la tierra y fingir que nunca había ocurrido.
Alargué la mano para coger la humeante taza e inhalé su delicioso aroma. Me recordaba a él por alguna razón y sentí una fuerte punzada en el estómago. Me senté frente a la barra de la cocina y me abalancé sobre mi taza de café como una gallina protegiendo a su polluelo. Mientras me colocaba en el taburete, las molestias que sentía entre las piernas me sirvieron como otro recordatorio. Un recordatorio de Ethan, de su cuerpo sexy, de su mirada ejemplar y de lo maravilloso que era el sexo con él…, y de cómo me había despertado en su cama, histérica. Dejé a un lado la tontería de tratar de ser valiente y permití que las lágrimas brotaran.
Tardó un tiempo —dos tazas de café y un cambio de posición hasta el sofá— en sacarme la historia. Pero Gaby en ese sentido es buenísima. No para hasta que lo consigue.
—Hace dos horas que te silencié el teléfono. Esa bolsa hacía tanto ruido que estuve a punto de darle una patada. —Gabrielle me acarició la cabeza, que estaba apoyada en su hombro—. Tienes mensajes en el buzón de voz y sms para aburrir. Creo que el pobre teléfono estaba a punto de explotar, por lo que lo salvé de una muerte dolorosa y lo apagué de una vez por todas.
—Gracias, Gab. Me alegro mucho de que estés aquí esta mañana. —Y lo decía en serio. Ella era como yo en muchos sentidos. Una chica de California en Londres, estudiante de Restauración y huyendo de toda la mierda de su hogar. La única diferencia era que su padre en este momento vivía en Londres, por lo que no estaba totalmente sola en Inglaterra. Nos conocimos la primera semana de clases hace casi cuatro años y nunca nos hemos separado. Ella sabía mis secretos y yo sabía los suyos.
—Yo también. —Me dio un pequeño golpe en la rodilla—. Y ahora vas a pedir cita con la doctora Roswell, vas a hacer planes para venirte de fiesta con Benny y conmigo y vamos a hacer una parada en Charbonnel et Walker para atiborrarnos de su chocolate, que es un auténtico pecado. —Inclinó la cabeza—. ¿Qué te parece?
—Me parece divino. —Solté una sonrisa forzada y traté de calmarme.
—Y quizá deberías darle una oportunidad a ese chico, Bree. Es bueno en la cama y le gustas mucho.
Mi sonrisa falsa se convirtió en un auténtico mohín.
—Has estado cotilleando con Ben.
Resopló.
—O por lo menos devuélvele la llamada. —Gaby bajó la voz hasta decir en un susurro—: Él no sabe nada de tu pasado…
—Lo sé. —Y Gaby tenía razón. Ethan no sabía nada de mí. Gaby me acarició el brazo—. La verdad es que anoche no estaba ni enfadada ni ofendida con él. Solo tenía que irme de ahí. Me desperté gritando en su cama y…
Ahora las ganas de llorar eran tan fuertes como antes. Traté de controlar el impulso.
—Pero parece que quería consolarte. No estaba tratando de poner distancia, Bree.
—Deberías haber visto su cara cuando entró en la habitación y yo estaba gritando como una loca. Cómo me miró… —Me froté las sienes—. Es simplemente demasiado intenso. No te lo puedo explicar bien, Gab. Nunca he conocido a nadie como Ethan y no sé si puedo soportarlo. Si lo de anoche es algún tipo de señal, sinceramente dudo que pueda.
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Atraccíon Peligrosa
RomancePrimer libro: Ethan Blackstone es un hombre rico, sexy y protector. Dirige su propia compañía de seguridad privada y está inmerso en la organización de los Juegos Olímpicos 2012. Brynne Bennet es una chica americana con un pasado que la aterroriza y...