𝖲𝗂𝖾𝗍𝖾

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Erick se dio un último vistazo en el espejo, arregló su sudadera, quitó las arrugas de sus pantalones, revisó que sus zapatos no se vieran tan mal y peinó su cabello. Nunca se había preocupado tanto por su imagen, pero en esa ocasión, quería verse bien, un poco menos feo que los demás días. Sintió una aterradora sensación de inseguridad al recordar las palabras de las personas que lo insultaban, todos los comentarios iban encaminados a lo mismo, que era pobre y feo, aunque sus amigos le decían lo lindo y tierno que era, no terminaba de creerlo por completo.

Guardó todas sus cosas y emprendió su recorrido. Casa por casa, persona por persona que se encontraba en la calle o en el parque de su vecindario, hasta que tiempo más tarde, se detuvo frente a la casa de los Vélez.

Respiró hondo y puso su mejor sonrisa, solo esperaba que todo terminara rápido para poder huir y esconderse como un cachorro asustado. Tocó la puerta un par de veces hasta que por fin lo atendieron, pero no fue quien esperaba.

-¡Er! - el rostro de Richard se iluminó en una bonita sonrisa - Te estaba esperando, ya tengo listo el dinero y lo que quiero.

Erick rió, definitivamente debía darle un regalo algún día en señal de agradecimiento, mucha gente era grosera con él y encontrarse con personas dulces lo hacía sentir más motivado y alegre.

-Está bien, dime.

-Bien, para empezar, quiero cinco galletas de cualquiera de las que tienes - se detuvo a pensar un poco nervioso por lo que diría, pero era su oportunidad- Tú... ¿Eres amigo de Niall?

Erick levantó la cabeza y dejó lo que estaba haciendo para mirarlo, sus ojos se veían más brillantes y sus mejillas un poco sonrojadas, y entonces se dio cuenta, a Richard le gustaba su mejor amigo.

-Si, ¿quieres que le diga algo por ti? - sonrió con picardía.

-Yo... No lo sé, ¿podrías hacerle una galleta muy linda de su carita y decirle que es de mi parte? -preguntó, avergonzado ante la mirada del Oji-verde -Es que, no sé cómo acercarme, ya sabes, parece ser buena persona.

-Ajá -rió Erick -Claro, puedo hacer eso por ti.

-¡Genial! Toma -le entregó el dinero y recibió con alegría sus galletas- ¿Quieres que llame a Christopher?

-S-Si -sintió su corazón latir con rapidez.

Richard sonrió y corrió al interior de la casa para llamar a su mejor amigo. Segundos después, Christopher apareció con el ceño fruncido, viéndolo un poco confundido porque lo había mandado a llamar cuando sabía que no le iba a comprar nada.

-¿Necesitas algo?

-Sabes, tu cara se va a arruinar si sigues arrugándola.

-¿Para eso me mandaste a llamar? Porque si es así, me voy ahora.

-¡No, espera! Es que no pongas esa cara cuando me veas -hizo un puchero un poco desanimado.

Christopher notó la manera en la que la expresión del menor cambió, así que trató de ser más amable, al menos con él.

-Lo siento -dijo casi en un susurro, lo suficientemente alto para que Erick pudiera escucharlo y sonreír- ¿Necesitas algo en especial?

-Si, de hecho, quiero invitarte a salir... ¡No! A ti no, digo, a tus amigos...

-¿Quieres invitar a salir a mis amigos? -levantó una de sus cejas.

-Espera, soy malo en esto -suspiró- Empezaré de nuevo.

Cookies «Chriserick» Adaptación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora