7 años

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El momento de volver llega cuando el destino sabe que tu lugar gritará tu nombre.

Camine a paso tranquilo pero firme a través del anden que recibía a los pasajeros de distintos vuelos. Colocando los auriculares inalámbricos en su respectivo estuche asome la cara por el pasillo luego de haber tomado mi maleta de la banda conductora vislumbrando felizmente unas pálidas manos delicadas que se movían con entusiasmo a mi dirección.

Una única lagrima se escapo por debajo de mis lentes oscuros por lo que discretamente la seque haciendo amago de acomodar mi cubrebocas. 21 de junio del año en curso, vuelo 437 de Praga a Londres con escala en Ámsterdam, 6:30 pasado el meridiano... Y mi cumpleaños a pocas horas de celebrarse.

En otra ocasión habría bastado solo con llamar a mi familia y recibir una felicitación a la distancia, pero me subí a un estúpido e incomodo avión sin hacer uso de ningún privilegio de los que se me otorgaban por ser una Renvontulet porque eran vacaciones de verano y extrañaba mi hogar, cosa que ningún asiento mata traseros impediría.

Con maleta en mano corrí en dirección al pálido mas alto, a Mar el desarrollo le consiguió una figura esvelta, alargada como secuoya. Unos ojos brillantemente hermosos y grandes como los de un venado enmarcando su rostro bajo dos cejas semi pobladas de color azabache, luciendo un cut Wolf hasta los hombros. Definitivamente la naturaleza tenia sus favoritos...

El mayor miro hacia abajo y yo tire la cabeza hacia atrás, la diferencia de alturas era meteórica, el rozaba el 1.90 si no es que ya lo había superado y yo con dificultad superaba el 1.55 . Su sonrisa nacarada traspaso incluso la burda pero estética gorra que llevaba puesta.

-Hola Gali... Creciste un 1cm más ¡Me alegro!-

Mamá ahogo una risa en su barbijo .

-Si, y a ti te salieron nuevas pecas... Pareces huevo de codorniz.-

Esta vez, no pudo impedir que el sonido fluyera, estruendoso y divertido.

-Venga venga, dejen de pelear y saluda a tu madre, mocosa irrespetuosa.-

Y de la misma manera me hundí en el espacio que sus brazos abiertos y extendidos me mostraban. Mamá siempre tenia las manos frías, pero sus abrazos, aunque pocos, eran cálidos, relajantes y reconfortantes... protectores.

-Me alegro que estés de vuelta, mi hermoso cuchillo de obsidiana.-

Y ahí estaba de nuevo, ese apodo que tanto adoraba escuchar en el campo de tiro, por fin podía oírlo reverberando desde el pecho de ella. Alcé la cara raspando las mejillas en su chamarra de cuero sintético logrando despojarme del cubrebocas hasta la barbilla.

-Estoy en casa-

Asintió una única vez mientras acariciaba los rulos en mi nuca. Extendiéndose a un metro setenta del suelo, su cabello de un pulcro tono cobalto lucía perfectamente recogido en dos apretadas trenzas. Parecía ese sueño que solía ayudar en mi concentración para los exámenes, en esta ocasión, claro y solido y no solo flashes de luz.

-Mar, toma la maleta de tu hermana y vámonos a casa, odio las multitudes-

Sonreí asintiendo mientras era llevada de la mano a las afueras del aeropuerto principal donde un pelirrojo al que apenas le pasaban los años por la cara que cubría con unos lentes igualmente oscuros y tenia la cadera recargada sobre el toldo del Koenigsegg Gemera (su favorito entre todos los autos que maneja), sonreía a mi dirección. Solté la mano de mamá y corrí a estrellar mi cara en su apenas robusto pecho cubierto de un acostumbrado traje, me rodearon unos fuertes bíceps al rededor del cráneo y se permitió dejar un delicado beso sobre mi frente.

Efecto PrimaveraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora